Walter G. Greulach
Se inició como un sueño efímero, una salpicadura de imágenes de fuego y polvo, en las cuales veía al primer y segundo avión incrustándose en las torres gemelas. Luego la gente arrojándose desde las ventanas humeantes. Me desperté en el suelo, con el aliento entrecortado, hecho un nudo entre las sabanas y la almohada.
Me sucedió la madrugada del cuatro de septiembre del dos mil uno, siete días antes del infausto atentado. Entonces no lo comenté con nadie, aunque creo habérselo dicho como al pasar a mi hijo mayor. En definitiva, se trataba de una pesadilla más de las que me venían sucediendo regularmente en los meses anteriores.
Por aquel año, trabajaba de bartender en el quincho de la piscina del Hotel Las Palmas, en Miami Beach. Allí mismo, días después, observé estupefacto el desarrollo de los acontecimientos.