W.G.G
El agua me acompañó todo el trayecto entre Naples y Sarasota, en algunos tramos la cortina de lluvia era tan espesa que a duras penas observaba las luces del auto de adelante. Marchábamos casi a paso de hombre, me insumió cuatro horas una distancia que tendría que haber recorrido en apenas hora y media. Ahora me encuentro cruzando los puentes a la vera de St. Petersburg, el cielo luce increíblemente celeste. Al fondo de la bahía se puede apreciar el down town, resisto la tentación de entrar a curiosear y apreto el acelerador.
La proposición del brasilero me calló como anillo al dedo. En un momento hasta pensé en regresarme a Argentina, pero allá tampoco tengo a nadie. Mis padres fallecieron el invierno pasado y mis hermanos tienen demasiados problemas como para sumarles la presencia de un traumado más.
—El gordo García siempre anda buscando trabajadores, es argentino y tiene tres restaurantes en New Orleans y dos en New York. Seguro que algo te consigue, es muy amigo mío —me dijo Octavio, mi sicólogo, días antes de semana santa.