W.G.G
Los rayos del
sol recién nacido iluminaron con desgano la casucha de madera y chapa.
Escondiéndose detrás de las montañas de basura el astro rey había evitado, al
menos por unos minutos, tener que alumbrar tan desagradable paisaje.
En la
cuadra 8 de la sección 25 de la Villa Misericordiosa un barbado hombre casi en
harapos, sumergido en una angustia indescriptible, se despedía de su ser mas
preciado. Arrodillado junto el sucio catre de lona, enjuagábase una lágrima con
la mano izquierda mientras con la derecha peinaba tiernamente la cabeza de
ella.
—Romeo, es mejor
que pase sus ultimas horas en una institución especializada, así le evitamos
sufrimientos innecesarios —le dijo el médico de la clínica con una pose de falsa humanidad.
Él se negó
terminantemente e insistió en llevársela a la villa.
—A nuestro nidito de amor —le explicó— allí compartiremos los últimos momentos de vida.
Le pidió unos
calmantes para hacer más llevadera su agonía y salió llorando con ella en
brazos ante la mirada atónita del personal de la clínica. Un remise lo esperaba
en la calle.
Ahora
a la distancia las palabras del profesional
retumbaban en sus oídos: —Una enfermedad nerviosa degenerativa, de carácter terminal, le quedan
tan solo unos días de vida.
—A mi también —Romeo susurró
quedamente.
La vida carecía
de sentido sin su Julieta, ya no tenia dudas que el camino a la eternidad lo
emprenderían juntos.