4/3/12

El oro de los mayas

                   
W.G.G

Para ser tan temprano, ya hay una humedad y un calor de los mil demonios, estos otoños miamenses son un chiste. Me siento pegajoso, incómodo,  para colmo no he podido cerrar un ojo, toda la maldita noche pensando huevadas. Ya son las seis y estoy sentado en mi cama,  respaldado en la pared, chupo unos mates mientras repaso por quinticienta vez los extraños hechos que, en solo medio año pusieron culo pa' rriva mi vida. Me hallo en una encrucijada única e irreversible. No me quedan dudas que mi porvenir quedará ligado para siempre a la decisión que estoy por tomar.
Nunca fui un oportunista, de astuto tengo muy poco, se puede decir que me han vivido cagando. Por honesto y huevón estoy donde estoy, un cuartito inmundo con un baño que pasa tapado, en el medio de Little Haití. Laburo por el mínimo en El Malecón, un restaurante cubano enclavado en el medio de Hialeah y mantengo la esquizofrénica utopía de vivir en el futuro de las pelotudeces que escribo.
Década y pico que mis pasos desgastan las calles de Miami, lo poco que ahorré en mis primeros años en la capital del imperio, me lo gasté en un casamiento por los papeles. Siempre me dijeron que si estaba legal iba a conseguir un mejor trabajo. Mierda, aquí estoy, cinco años con green card y peor que nunca.