W.G.G
A nuestro pionero Seizo Hoshi
Real del Padre Mza.
Argentina, febrero del 2014.
Sucedió en verano, a
principios de la segunda luna de enero de un año que mi memoria impide cifrar. Aunque
aún mantengo nítidos el contexto y los hechos que se fueron desencadenando a lo
largo de aquel día, el más inusual de mi existencia. Tras unas cuantas décadas
traigo la historia a colación. Dos hallazgos, el dia de ayer, me dieron la
certeza que no fue un sueño o una alucinación producto del exceso de cannabis.
Enfundado en mis ochenta años,
extremadamente solo y con una compilación de males que me permiten olfatear las
parcas, me dispongo a confesarles una experiencia extraordinario. Las dieciséis
horas en que transité un mundo que no era el nuestro.
De una cosa estoy seguro,
era el principio de los setenta, recuerdo que don Hoshi acababa de fallecer y
corría un sentimiento de pesar por la colectividad nipona. Nuestra finca
colinda con el sitio donde se emplazaba “Los Nogales” y nuestro pueblo se
edificó en gran parte por el empuje de este gran visionario.
Me encontraba aquel
anochecer bajo el sol de noche, estudiando las facturas desparramadas sobre la
mesa situada en la parte más frondosa de mi vergel. Una fresca brisa aminoraba
el calor y la humedad que esa tarde habían sido insoportables. Llovió como
demonios aquella temporada y los helechos, bromelias, orquídeas, pasionarias,
potus y demás plantas tropicales se hallaban exultantes.