W.G.G
La historia que les relato acaeció en el sur de Mendoza. Muy cerca de mi pueblito, en la segunda mitad del siglo pasado. Pese a haberlo conocido —de vista solamente— y saber algunas anécdotas de su vida, solo hoy puedo animarme a describirlo en un relato. Un amigo de nuestro personaje —al que el huracán Wilma empujó a mi casa de Miami una tarde buscando refugio— me apuntó algunos datos que movieron mi pluma. Mejor dicho las teclas del ordenador.
Sergio Gerchunoff era un hombre indeciso. Quizás el mayor sobre la faz de la tierra.
Todo comenzó en su Real del Padre natal, una nublada tarde de matinée. Al despuntar de su adolescencia, vio la película que marcaría sus días. Universos Paralelos, trataba sobre la toma de decisiones. Un ser humano al optar por una u otra vía, va creando a lo largo de su vida un sin número de mundos simultáneos. En el largometraje David Swain examinaba meticulosamente cada uno de sus pasos, tratando ante todo de no dividir su realidad. Consciente que un mal cálculo le traería consecuencias desastrosas.
Al principio, Sergio se propuso analizar solamente las encrucijadas que fueran determinantes para su futuro. Que es lo que haría cualquier ser normal. El problema radicaba en que empleaba semanas para resolver algo que a otro le llevaba un minuto.
Lo de la elección de la escuela secundaria es tema que aun se comenta en la zona. Tenía trece años y tres opciones. La E.N.E.T # 1, la comercial y la de agricultura. Se inscribió en todas. Al inicio de las clases —y por cuatro meses— asistió a las tres, sin faltar un solo día. Mañana, tarde y noche. Como a mediados de año, tomó estado público su múltiple escolarización y le indicaron que solo podía continuar en una. Pidió un mes más para decidirse.
Practicó todo los deportes posibles. Fútbol, tenis, ciclismo, natación, básquetbol, softbol , bowling y atletismo. Había jornadas en la que tenía tres prácticas en la misma hora. Asistía veinte minutos a cada una, inventando siempre un pretexto para los disgustados entrenadores.
Le llevó cinco años elegir a quien él pensaba debía ser su mejor amigo. Lo hizo el último día de clases. Ya nunca lo volvería a ver.
Con el tiempo se volvió más obsesivo. Lo que sus padres primero tomaron como un rasgo de precoz madurez, les pareció luego una manía insoportable.
Una noche pidió a su madre que le sirviera siempre una sola comida, el tema de la elección le quitaba el hambre.
En otro momento, le exigió a su padre que dejara fija la antena del televisor, apuntando a un solo canal. La posibilidad de moverla para captar tres más le presentaba un panorama selectivo bastante estresante.
En los años de colegio, escogió en su mente cuatro candidatas para primera novia. Al fin se inclinó por la rubiecita de ojos azules. Fue a su casa diez años después y la encontró con cuarenta kilos de más. Tenía tres hijos y el marido casi lo saca a los tiros.
Llegó a ejercer cuatro trabajos distintos al mismo tiempo. Periodista. Maquinista de tren, enfermero y profesor de educación física. Al final no se inclinó por ninguno y quedó desempleado.
Con las mujeres agilizó un poco los trámites y se casó con tres en el lapso de dos meses. Convivió con todas hasta que se lo llevaron preso por bígamo. Engendró catorce hijos con ellas. Le fascinaba el tema de no tener que escoger el sexo de las criaturas.
A los cincuenta años vivía solo en un conventillo de San Rafael. El estado le asignó una mísera pensión por incapacidad. «Demencia total», dijo el galeno público. Sus padres murieron un año antes y sus esposas e hijos lo habían abandonado.
En sus días finales se lo solía ver estático al borde de una calle. Por minutos mantenía suspendido un pie en el aire, pensando en donde lo iba a apoyar.
Pronunciar una palabra le insumía al menos una hora de meditación. Debía repasar una y otra vez la lista de posibles sinónimos a escoger.
Alo último hasta la decisión de respirar le parecía traumática.
Una cálida mañana de diciembre, de un año que hoy no accede a mi memoria, Sergio Gerchunoff amaneció frisado.
Me crucé a su ex amigo el pasado miércoles.
—Me imagino a su alma en pena vagando por el éter durante toda la eternidad —me dijo.
—¿Por qué? —le pregunté.
—Nunca llegará a decidirse si golpear las puertas del cielo o del infierno —contestó sonriendo.
EL HOMBRE INDECISO forma parte de mi primer libro "El guionista de Dios...¿o del Diablo?
3 comentarios:
Magnifico trabajo. Me atrae mucho tu prosa clara y simple, asi como la aceleracion escalonada de los puntos importantes de tu relato.
Saludos.
Luis.
He llegado de "causalidad" y te he leído "de una"...;-)
Me ha encantado leerte, me has mantenido interesada en todo momento...
Buena prosa y clara!!
Felicidades!
Ali
Esta historia se basó en una curiosa anécdota que me contaron una noche tormentosa. Por supuesto que la exageré un poquitín nada más. Me alegro que les guste...W.G.G
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