W.G.G
—Todos tus relatos están teñidos por un denso pesimismo. Sorpresivos e interesantes al principio, pero tan trágicos que con el tiempo deprimen —me dijo días atrás Daniela, mi mujer, sincerándose. Terminaba de leerle “La maldita escala Glasgow”.
—La vida es así querida, no me gusta falsear la realidad —contesté fingiéndome ofendido.
—Si la vida fuese solo así, ya me hubiese suicidado hace rato, —agregó riendo la paranaense.— Quien te lea pensará que vivo con un sicópata
—Estás exagerando un poquito. ¿No te parece?
—¿Exagerando? A ver decime: en tu primer libro, sobre catorce historias, ¿cuántos protagonistas sobreviven?
Nunca me había detenido a analizarlo de ese modo, pero la fría cifra me golpeaba dándole la razón a mi esposa. Solo dos terminaban vivos el cuento.
Manuel Paulino, un dominicano compañero de trabajo y amante del teatro y la buena literatura (no incluyo lo mío aquí), me bautizó; “el escritor trágico”. Pensándolo bien, no se equivoca. Las únicas historias alegres que he escrito, son basadas en anécdotas que me sucedieron en época de estudiante, más al tener que inventar lo hago, invariablemente, con el cuchillo en la mano.
Arribé a la conclusión que de tanto buscar la sorpresa con desenlaces rápidos e inesperados ( para los cuales, para mí, la muerte es un aliado insustituible), mis finales pueden estar siendo previsibles y esperados.
—A mitad de uno de tus cuentos, ya estoy buscando la pista que me permita adivinar el golpe mortal con que termina —me halagaba meses atrás el ecuatoriano León Noboa, dibujante del blog y eximio artista.
No lo interpreté como un cumplido, sino como un llamado de atención. Algo, quizás, a tener en cuenta al momento de concluir la selección de relatos incluidos en mi segunda obra:”El temporizador y otros extraños viajes”. Por ahí debería mechar algunas historias felices donde la redención del personaje a través del amor, primara sobre el instinto autodestructivo. Donde en la frase final existiese un beso y no un disparo. Donde la esperanza venciera a la impotencia. Puede ser, pero aun no estoy convencido.
No me definan como cruel e inhumano, no es que el tánatos gobierne mi diario vivir. Se que mis familiares en Argentina a veces piensan que la debo estar pasando terrible en Miami, porque escribo siempre con un dedo en el gatillo. Explotando el sufrimiento de los demás, al limite de lo morboso. Sin embargo nada de eso me sucede. Estoy rodeado por el amor de los míos, transito una vida tranquila y previsible. Trabajo estable, buena salud y lo más importante, puedo cultivar mi gran pasión por la escritura. Aquí está la clave…Mi pluma es la lanza que rompe esta adorable monotonía.
Mis relatos me proyectan a situaciones excitantes que jamás viviré, me permiten expresar cosas que nunca diré. Caminar por cornisas imposibles de transitar.
En síntesis, no puedo fingir. Le guste a quien le guste, esto es y seguirá siendo lo mío. Para cuentos rosas que se queden con Corín Tellado.
5 comentarios:
Tenemos el mismo defecto Walter, en mis cuentos el que no está matando, está muriendo, el que no está "teniendo sexo" está siendo "atendido", y es como vos decís, para otros gustos: Corín Tellado y Poldy Bird. Un abrazo y adelante: Rubén
A mi me gustan así. No le falta nada.
Esos finales son los que hacen que vuelva a esta pagina mi amigo Gerard
Pese a que disfruto leyendote y sufriendo tus cuentos. Un poquin de alegria no nos vendría mal alguna vez, ¿no?
Un beso...
Pues a mí me gusta como escribes. Cada uno tiene una manera de hacerlo; la tuya es dando muerte a casi todo bicho viviente; otros hay que siempre comen perdices en un fondo rosado y volatil, pero yo prefiero los otros, los terribles como los tuyos.
Y, vaya ... yo, en mi humilde y estrafalaria escritura poética también suelo ser muy oscura y renegrida, más de lo que quisiera, pero así me salen las letras, ¿qué le voy a hacer??
Un beso, Walter
Ío
Y aquí viene la esposa de Walter. Quiero aclarale a él que mi crítica no es a lo "terrible" del cuento, sino le digo que no es necesario matar a todos los personajes, en la vida real la mayoría muere de viejo.
¡¡Dejalos vivir Walter!!!
Daniela Emery
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