Quería relajarme, analizar lo sucedido en el
antro del manosanta. Lo recomendable seria no comentarle nada a mi esposa, no
creo que lo entendiera. Nadie debía enterarse de lo acontecido esa mañana.
Apagué el celular, abracé con fuerza el osito de felpa de mi hija, que habia recogido a la pasada y bajé
los parpados. Buscaba proyectar en mi mente una imagen que me trajera paz, que
me ayudase a descansar. Una y otra vez el desagradable rostro de la tarotista
se me aparecía. Abrí los ojos inquieto, justo en el momento que sonaba el teléfono
de casa y un instante después Luciana se aparecía y sorprendida al encontrarme,
exclamaba:
—Ah, llegaste, no te
escuché. Mas tarde me contás que tal te fue en lo del medico. Ahora contesta el
teléfono, te llama una tal Cristina.
—¿Quién es? —me preguntó fingiendo desinterés mientras me entregaba el tubo.
Le hice señas como que no
tenia idea, tentado estuve de no contestar, pero no quería levantar sospechas
en mi mujer, entonces me metí en el baño sin cerrar la puerta y en voz baja
contesté:—¿Quién es? —me preguntó fingiendo desinterés mientras me entregaba el tubo.
—¿Digame?
—Luli, chiquito mio, —dijo
la maldita, con ese aire paternal que me sacaba de las casillas— no me gustó lo
que hiciste hoy. Empezamos el conjuro sin problemas y de repente desapareces
sin decir ni mú. ¿Qué paso? La cosa no es así mi cielo. Tenés que continuar
hasta el final. ¿Decime, sos consiente de la inmensa maldición que cuelga sobre
tu cabeza? Esto no es un juego bomboncito. La cosa ya esta en marcha no podes
interrumpirlo, seria fatal —agregó recargando la frase en la palabra fatal.
—¡Claro que puedo! Lo voy
a hacer ya. ¿Sabe qué Cristina? No me interesa seguir con esta farsa. Nunca creí
en su método. No se porque me arrimé a usted, seguramente el miedo es amigo de
la ignorancia. Le ruego me disculpe
haberla hecho perder el tiempo. Digamé cuanto salió el baño y la manoseada y no
quiero verla más en mi vida. —acoté sacando valor no se de donde.
—No sé de que manoseada
hablás. Lo habrás soñado, porque dormiste como un bebito por dos horas. En
cuanto al dinero, la tarifa para estos conjuros tan complicados es de cien mil
pesos, cincuenta mil ahora y el resto en cuotas. Si no abonas este monto, no solo tu vida, sino
la de tus hijitos y Lucianita estarán en peligro —dijo sin que se le cayera una
pestaña.
—¡Si… seguro loca de los
mil demonios —exclamé reventando en un grito al escuchar que mencionaba a mi familia—
¿Sabes que? No te voy a dar ni un peso. ¡Anda a cobrárselo a tu abuelita,
estafador de cuarta, la puta que te parió!
Corté la comunicación con
tanta rabia que partí el aparato en dos, ya había logrado llamar la atención de mi esposa,
la cual me miraba intrigada desde la puerta de la pieza.
Al principio la
santafecina se destornilló de la risa imaginándose mi travesía por tierras de
Cristina. No le hubiese causado tanta gracia si le contaba la versión completa,
con franela incluida. Luego poco a poco la cargada fue transmutándose en
reproche y con toda la razón del mundo. Solo un grandísimo idiota podría haberse
embarcado en una insensatez así.
—¿No era que Lulito, el
ateo, no creía ni en Dios ni en el Diablo? A la iglesia no me acompañas ni en
pedo, pero a la primera crisis existencial salís disparado a ver a una bruja
de cuarta. Bien hecho que te pase todo esto, por huevón —me recriminó alzando
la voz indignadísima.
Cuando se cansó de la
reprimenda, junto aire y se quedo mirándome con una expresión mescla de amor y
lastima.
—Si te vuelve a joder, mi
vida, la denunciamos de una vez. No te puede acosar así, vos no firmaste nada,
va a terminar presa por tránsfuga la tipa esa… o el tipo, ¿Qué se yo que es?
—Tengo miedo que les haga algo
a ustedes. A esta altura, estoy convencido que no solo habla de la maldición, sino
que lisa y llanamente me está amenazando de muerte la desgraciada. Además no me
gustaría que todo el mundo se enterase de esto. Seria una vergüenza total y
capaz que los dos únicos sponsors que tengo se me piantan si se enteran.
¡Mierda mi amor! No sé que hacer. Tan cerca de mi gran sueño, los juegos olímpicos,
y estoy hecho un desastre —sollocé con el cuerpo hecho un temblor, debajo mio el mundo parecía
derretirse. Más aún cuando, tras encender el celular, leí el mensaje de Cristina: "Luli, si no cumplís lo acordado, vos o alguno de tus pequeñines van a sufrir en estos días un accidente gravísimo"
Escondí el teléfono de la vista de Luciana, ella me abrazó con
fuerza, plantándome un tibio beso en la mejilla, tras lo cual desapareció sin
decir palabra. Al rato volvió con mi ropa de entrenamiento y me la arrojó
encima.
—¡Arriba campeón! No se
vos, pero yo llevo tiempo preparándome para ese viaje a Londres y no me lo voy
a perder por nada del mundo. Ser la esposa de un olímpico no es poca cosa ¿no?.
La miré inventando una sonrisa, a la vez que pensaba si en verdad Cristina sería capaz de hacernos daño, o si al menos juntaría coraje para denunciarla antes de que esto sucedice... Continuará
La miré inventando una sonrisa, a la vez que pensaba si en verdad Cristina sería capaz de hacernos daño, o si al menos juntaría coraje para denunciarla antes de que esto sucedice... Continuará
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