W.G.G
De las teorías conspirativas
sobre la penosa muerte de Nisman
elucubradas por el gobierno para desviar la atención sobre el meollo de
la cuestión, la espinosa denuncia del fiscal, quiero agregar una nueva que no
le va en saga a las aportadas hasta el momento. Quizás en días futuros algún
funcionario K tome mi idea y la veamos
plasmada en los principales medios nacionales.
Con el respeto que todos estos
tristes acontecimientos merecen, va aquí
mi humilde y disparatado relato, invalorable aporte a la causa judicial.
Se desperezaba la primavera del año 2147, estación en que los primeros rayitos de sol se animan a calentar la epidermis y los neoyorquinos desesperados salen los mediodías de domingo al Central Park, a tirarse cual focas absorbiendo las tibias caricias del sol.
Se tiraron sobre el césped,
en una ladera desde la cual se observaba la parte de Manhattan donde se hallaba
enclavado el Chrysler building. Unas mariposas amarillas revoloteaban sobre sus
cabezas buscando el primer polen de la temporada. La joven abrió una
conservadora y extrajo un par de sándwiches de jamón y queso más dos heineken
bien heladas.
Lo vistieron con un jean,
una remera blanca y unas zapatillas de lona azul, le abrocharon un antiguo
reloj digital en su muñeca. A excepción de esto último, ninguna indumentaria
muy diferente a la que él hubiese podido usar en su propio siglo. Al control
remoto lo llevará en una pequeña cartuchera en el bolsillo derecho del pantalón,
de forma que pueda ubicarlo rápidamente en caso de emergencia. No precisa nada
más, solo tener el temple para permanecer inmóvil, oculto tras la cortina y
observar los acontecimientos sin realizar ningún tipo de ruido o movimiento que
pudiese delatarlo. Tanto o más que la posibilidad de ser descubierto, le
preocupaba que el lapso elegido no fuese el correcto, que el fiscal ya
estuviera muerto o que el asesino llegase poco después de su partida. En fin,
de suceder esto, su primer salto habrá sido todo un desperdicio. Una no muy
buena manera de iniciar su tesis.
Se desperezaba la primavera del año 2147, estación en que los primeros rayitos de sol se animan a calentar la epidermis y los neoyorquinos desesperados salen los mediodías de domingo al Central Park, a tirarse cual focas absorbiendo las tibias caricias del sol.
Bajo un gazebo enmarañado de
Santa Ritas, Juancho disfrutaba el momento. Con los pantalones y las mangas de
su sweater arremangadas, apuntaba su rostro al cielo mientras no dejaba de
sorprenderse del vertiginoso desarrollo de los eventos durante los pasados
días. A solo unos pocos metros de distancia se hallaba una pecera con tres o
cuatro focas verdaderas. Cada tanto salían a la superficie a naricear
alborotadamente unas pelotas inflables, provocando la admiración de un grupo de
pequeños uniformados.
Desde sus pasos iniciales,
Juan Carlos Díaz se había mostrado curioso por exageración. A los seis años ya
era un versado entendedor sobre la vida de hormigas, gusanos, lagartijas y todo
bicho que habitase el jardín de su casa, enclavada en Cuadro Benegas, allá en
el recóndito sur mendocino. Devorador sin piedad de libros electrónicos, no
existía clásico o enciclopedia sobre la cual no hubiese posado sus ojos. Ya de adolescente adquirió un nuevo
vicio que moldearía su futuro, la necesidad casi enfermiza de conocer la historia de su país y del mundo
mismo.
A lo largo de aquellos años
de estudiante secundario lo desveló una inquietud, ¿qué de cierto tenían los
datos que los libros enseñaban? En innumerables ocasiones se enfrentó a autores
que describían un suceso de diferente manera. Algo intrínseco a la misma condición
humana, meditaba Juancho. Los escribas de la historia estaban inmersos en un contexto
social específico y consecuentemente influenciados por lo político, económico,
etc. etc. Esto comenzó a transformarse hace aproximadamente ocho años, cuando a
fines del 2139 se creó en New York el IICH, Instituto Internacional corrector
de la historia, auspiciado directamente por la ONU. Su objetivo era reescribir
la historia de la manera más fidedigna posible. Para ello fue fundamental el
perfeccionamiento en la técnica del viaje temporal.
Se creó una universidad
dedicada exclusivamente a instruir a los futuros historiadores. La selección
inicial fue rigurosísima, los más curiosos e inteligentes del planeta podrían
cursar los siete años en la carrera de corregidor de la historia. El cupo era
de medio millar de estudiantes entre los casi cien mil anotados en el mundo
entero. Al menos uno por país se convertiría en corregidor oficial de la
historia. Juan Carlos Díaz de Mendoza y
María Eugenia Puccio de Córdoba fueron seleccionados por Argentina.
El joven cerró los ojos aspirando con fruición
las fragancias que la naturaleza le obsequiaba. Los árboles, el pasto, la
lluvia lejana, los incipientes capullos con las flores por venir.
—¡Qué lo parió, que hermosa
que es la vida! —susurró complacido. Las metas que se había planteado al
terminar el colegio se estaban cumpliendo una a una. Acababa de rendir la
materia final y solo le quedaba la pasantía y aprobar la tesis para graduarse.
Aun no había seleccionado
sobre que haría su trabajo final. En los últimos meses hizo un riguroso
análisis de la historia de su país buscándolo sin descanso. No le era para nada
sencillo, la historia argentina se encontraba preñada de incógnitas, de
tergiversaciones y de lagunas negras por todos lados. Cuando divisó a María
atravesando la fuente de entrada al parque rumbo a donde él se encontraba, supo
por primera vez de que, inconscientemente, hacía rato que tenía escogido el
objeto de su tesis. Aunque no podía ahuyentar la incómoda sensación de que el
había sido elegido por el tema y no al revés.
La pelirroja lo enfocó con
esos farolazos verdes que lo tenían secuestrado desde el segundo inicial.
Llevaban cuatro años y medio de novios y pensaban casarse en unos pocos meses,
tras recibirse.
—¡Juanchito mi cielo, que
mala vida te estás dando! —lo saludo Mariu mientras se agachaba para estamparle
un ruidoso beso en los labios.
—¡Ya lo tengo mi amor, acaba
de decidirme! —exclamó el mendocino incorporándose de un salto para darle un
fuerte abrazo.
—¿De qué carajo estás
hablando? —inquirió la muchacha con falsa cara de intriga, sabía muy bien de lo
que su novio le estaba hablando.
—El tema de la tesis, al fin
lo decidí.
—¿Cuál? No… no me digas,
déjame adivinar. ¿Mariano Moreno y su confusa muerte en el barco?
—No, seguí intentando
nenita.
—Ahá… lo sabía, ¿el
accidente del hijo del presidente Menem?
—Frio, frio, aunque te
acercaste a la época.
—Tu pista no me ayuda mucho.
Mmmmm, a ver déjame pensar —dijo la muchacha frunciendo el ceño.
El Mendocino sonrió ante
la buena actuación de su amada, seguro había adivinado el tema al instante.
Un solo suceso en las inmediaciones del deceso de Menem Jr. era lo
suficientemente jugoso para ser seleccionado: los atentados terroristas a la
embajada de Israel y a la AMIA y la posterior muerte del fiscal que investigaba
la causa. Hechos que nunca fueron esclarecidos.
—Brindemos por tu decisión.
¡Qué temita elegiste Dios mío! Lo comentamos días atrás y nos pareció muy
peligrosa la época para realizar tus viajes de estreno. ¿Estas realmente
seguro?
—Hay algo en la causa AMIA
que me motiva sobremanera, lo veo como un hecho fundamental en nuestra
historia. Una nebulosa que oscureció a la Argentina por más de un siglo. Quiero
ser yo quien escriba lo que realmente pasó —dijo Juancho con certeza de orador
político.
—Bueno cielo, enfoquémonos
en el lapso histórico que intentarás corregir amor —dijo la cordobesa aun no
muy convencida de la intrepidez de su novio.— Comienza en 1994 con las bombas a
la embajada Israelí y termina a principios del 2015 con la muerte del fiscal…
—Como es que se llamaba?
—Nisman.
— Aquellas fueron dos
décadas llenas de ocultamientos y traiciones. Momentos apasionantes, pero
calientes y muy peligrosos. Una parte muy triste de nuestro pasado sin dudas.
Pensalo, yo encontraría otra cosa más sencillita para tu debut. ¿No te parece?
—No hay vuelta atrás Mariu,
si me lo aprueban voy por ello. ¿Te imaginas la importancia que tendría el
hecho de poder esclarecer esa especie de tabú histórico?
—¿Te enteraste que se aprobó
el primer viaje al pasado? El decano y la comisión lo acaban de firmar como
tres horas atrás —lo interrumpió la chica como queriendo cambiar el tema de
conversación, con la esperanza de que Juancho recapacitase y eligiese algo
menos complicado..
—¡Buenisimo! Era lo único
que podía retrasar nuestra graduación y posterior casamiento. ¿Quién fue el
primer elegido? —preguntó ansioso el mendocino.
—Quien más, estaba cantado.
Malcolm Mc Murphy, el estadounidense, va con el tema del asesinato de Kennedy.
Viaja a Dallas, noviembre de 1963, en solo dos semanas.
—Estoy temblando de emoción,
mi vida. Todo lo que soñamos está a punto de hacerse realidad. ¡Dios mío!
Limpiar la historia, reescribirla, ahora si va a ser posible. No más mentiras
ni ocultamientos. El sujeto y el objeto frente a frente sin ningún tipo de
condicionamientos. Apurate a rendir tú ultima materia y presentá el tema de
tesis para que te lo autoricen de una buena vez. Qué bueno amor que ya lo
tengas escogido desde hace tanto tiempo. La asunción del nuevo frente peronista
en diciembre del 2101 es una sabia elección —acotó Juancho mientras se empinaba
su segunda cerveza. —Bueno, volvamos a lo mío, tengo tres viajes al pasado para
esclarecer aquellos turbios sucesos de hace un siglo y medio. ¿No?
—Tres viajes de solo quince
minutos, no es mucho, tenés que escoger el momento con precisión quirúrgica
querido —contestó resignada
—Lo sé, lo sé, por ahora ya
tengo el destino y la hora del primero —dijo el futuro corregidor frotándose
las manos con mirada traviesa.
—¿Cuál?
—El momento exacto en que murió el fiscal Alberto
Nisman, ese domingo dieciocho de enero del dos mil quince. ¿Qué te parece?
Le aceptaron el tema de la
tesis y el primer desplazamiento tres meses después de aquel encuentro con
Mariu en el Central Park. Las reglas que regían estos novedosos viajes eran
bien estrictas. Duraban quince minutos exactos. Se debía poner extremo cuidado
en no alterar de ningún modo los acontecimientos del presente al cual se
arribaba. Cuidar hasta el detalle más nimio, sobre todo en lo referente a la
vestimenta, la forma de expresarse, de moverse. El investigador no podía llevar
nada que lo vinculase a su tiempo y algo muy importante: el soporte para
almacenar los descubrimientos que realizase sería su memoria, ningún otro tipo
de grabación, sus ojos, su mente y nada más.
Tras la aprobación pasaron
aun dos meses hasta que le dieron el turno para utilizar la máquina del tiempo.
Existía una sola en todo el planeta y estaba en la región de Tarapacá, Chile,
en pleno desierto de Atacama. De común acuerdo las potencias mundiales llegaron
a la sabia determinación de construir un único mecanismo, con el objetivo de
tener control absoluto sobre su utilización. El asunto había despertado serias
dudas éticas y morales en la sociedad. Se era consciente del peligro que este
tipo de desplazamientos temporales conllevaba. Una alteración clave en algún
proceso histórico desencadenaría una serie de eventos que pondrían en peligro
la vida de cientos y hasta de miles de personas. Por eso la meticulosidad en la
selección de los viajeros y el mínimo lapso por el que se transportaban.
Juancho observó con
nerviosismo el panel digital que le indicaba la hora y fecha. 13:15 del 18 de
septiembre del 2147. Su “vuelo” estaba programado para las 14:30, aun le
quedaban unos cuarenta minutos antes de comenzar a cambiarse. Siguió repasando
unos folletos informativos que le habían enviado al momento de certificar su
monografía final. Más que nada hablaban sobre el “salto temporal”. Él se había
venido interiorizando sobre el asunto desde el mismo día en que la noticia
sobre la exitosa creación de una máquina del tiempo colapsó los portales
informativos diez años atrás.
Se conocía desde finales del
siglo xx la existencia de un agujero negro supermasivo en el centro de la vía
láctea, Sagitario A. No sería hasta la segunda década del nuevo milenio cuando
los científicos Zilong Li y Cosimo Bambi, de la universidad de Shangai,
descubrieron que en realidad se trataba de un agujero de gusano natural,
fenómeno del espacio teorizado por primera vez por Albert Einstein y Nathan
Rosen. Luego Kip Thorne había fundamentado la posibilidad de viajar en el
tiempo a través de dichos puente espacio-temporales. Esto se obtendría si se
lograba acelerar una de sus bocas a la velocidad de la luz y después revertir
el proceso y colocarlo en su posición original, mientras la otra boca quedaba
estática. Como consecuencia, la boca que se mueve envejecería más rápido que la
quieta gracias al efecto de dilatación del tiempo.
Lo teorizado por Thorne,
allá por 1988, fue certificándose paso a paso durante los pasados ciento veinte
años. La limitante final fue lograr el
traslado de una de las entradas a velocidad lumínica. En el 2128, el equipo del
doctor Luc Briterson, de la universidad de Oxford, pudo por primera vez tirar
gravitatoriamente de la boca derecha y a partir de esto todo fue viento en
popa.
Las instalaciones del S.I.C
(Space International Center) eran intimidantes. Ocupaban más de dos kilómetros
cuadrados y en su centro, donde ahora se hallaba Juancho, emergía el
distorsionador gravitatorio encargado de mover la entrada del gusano por la que
se introduciría la nave. Era una mole cuadrada con gruesas paredes de metal
forradas de cristal azul y una altura que debía superar fácilmente los 200 metros.
Juancho podía apreciar a través de un amplio ventanal el lugar donde estaba
emplazado el “supositorio” cósmico encargado de transportarlo. Decenas de
técnicos se movían como hormigas a su alrededor.
—Por suerte no sufro de
claustrofobia —exclamó el muchacho.
El pequeño y alargado
cilindro apenas daría cabida a su cuerpo. En la punta delantera podía verse el
introductor diamantino de tarpentium, metal descubierto en Marte y que por su
grado de dureza había logrado ser el único elemento capaz de soportar la
presión que implicaba un viaje de este tipo. Dejó los folletos a un lado y
volvió a sacar de su bolsillo el dispositivo holográfico donde llevaba anotados
sus apuntes.
El destino sería Buenos
Aires, torre Le Parc en Puerto Madero, piso 13, departamento del fiscal general
Alberto Nisman. El momento: domingo 18 de enero del 2015, 11:30 de la mañana.
En esto último radicaba el problema esencial, pues no poseía la hora exacta en
que se había producido el crimen. Solo una aproximación basada en las
deducciones de los peritos forenses. Pese a ello, lo mismo iba a arriesgarse.
Confiaba en su intuición.
Aparecería a la hora
señalada en el interior del baño en donde hallaron el cuerpo de Nisman. Ha estudiado
el mapa, el diseño de esa habitación y sabe que podrá ocultarse tras las
cortinas de la bañera. Tiene 30 segundos para hacerlo, lapso en el cual su
cuerpo aún no se ha materializado. Por medio minuto será una especie de hombre
invisible, luego tan de carne y hueso como cualquiera.
Es hasta ahora la misión más
arriesgada que haya sido aprobada por el comité. Aunque no tan peligrosa como
parece pues llevará un control remoto por el cual podrá anticipar su regreso al
2147 si la cosa se pone color de hormiga. Pasado el cuarto de hora estipulado y
si todo sale como está planeado, será chupado nuevamente hacia el supositorio e
introducido en la boca del gusano.
Una vez entubado y en total
oscuridad, le avisaron que en tres minutos se activaría el salto. Un zumbido
adormecedor comenzó a envolverlo. Le sorprendió la tranquilidad con que
afrontaba la espera. Dedujo que se basaba en la certeza de que descubriría al asesino
de Nisman sin mucho inconveniente, desentrañando un ovillo de trenzas y
contubernios nunca expuestos. Tras el magnicidio hubo meses de investigación
que lejos de dilucidar el enigma, lo empiojaron aún más. Todos sabían que de
alguna forma, por apoyo u omisión, el gobierno estaba implicado. Días antes del
fatídico suceso, la “tropa” de la primera mandataria había salido a atacar con
los tapones de punta al fiscal y a su informe que acusaba a la presidente y a
su canciller de encubrir a los terroristas iraníes. Uno más uno dos. Solo había
que sumar para saber lo que pasaba. Pero parece que los matemáticos no estaban
a cargo de la pesquisa y al cabo de unos meses tras caratularlo al principio
como “muerte dudosa”, se terminó cerrando la causa con el rótulo de suicidio,
quedando archivada por siglo y medio, como quedarían también sepultadas las
causas de los atentados a las sedes judías.
—¡Suicidio!
— se dijo Juancho con una risa que
retumbó en todo el cilindro.
El arma no había sido
apoyada en la cabeza, la trayectoria de la bala era ascendente y no había
rastros de pólvora en la mano del fiscal. Aunque el principal argumento en
contra de la teoría del suicidio era otro: el tipo estaba en el pináculo de su
carrera, dispuesto a exponer un trabajo que llevaba años y que lo pondría en un
estatus casi de héroe ante la sociedad argentina, cansada ya de un gobierno
autoritario y corrupto.
—¿Quién
se suicida así? — pensó el mendocino en el momento en que perdía el
conocimiento absorbido por una densa nebulosa.
Hay poca luz en el baño del
fiscal. Es como si estuviese flotando pegado al techo, se siente un alma
despegada del cuerpo tras la muerte. Le han explicado bien todo aquello, la
forma en que debe dominar sus desplazamientos y ubicarse tras la cortina antes
de volverse terrenal. Hubiese resultado perfecto el poder mantenerse los quince
minutos en ese estado etéreo, pero es científicamente imposible. Se apura a
bajar, aterrizando adentro de la bañera. No hay nadie en la habitación. Lo pone
contento el hecho de no ver el cuerpo caído bloqueando la puerta, aún no ha
pasado nada. Con el dedo índice hace un pequeño hueco por donde fisgonear.
Mira el reloj, 11:31, le
quedan doce minutos para esperanzase. A través de la puerta abierta se observa
el pasillo que lleva al dormitorio principal. Siente unos pasos, Nisman está
allí. Hay un televisor encendido en algún lado, le llegan voces como de un
servicio informativo.
A las 11:37 el doctor entra
al baño, entornando apenas la puerta. Se acerca al lavabo y tras mojarse la cara
y peinarse comienza a sacarse pelos de la nariz con una pincita de depilar.
A las 11:41 Juancho empieza
a mirar desesperadamente la entrada. El asesino no hace acto de presencia y el
fiscal luce exultante, sin chance de pegarse un tiro y a punto de abandonar el
baño. No encuentra explicación posible.
—¿Regresará en unos minutos?
— musita Juancho pensando que entonces
él ya se habrá marchado.
No puede reprimir un fuerte suspiro de
impotencia y ve aterrado que Nisman vuelve sus ojos hacia la cortina sacando la
famosa pistola Bersa calibre 22 de su cintura
mientras se acerca trémulo.
—¿Hay alguien allí? —
pregunta con voz entrecortada el fiscal
Al muchacho se le hace un
hueco en el pecho y busca desesperado en su bolsillo el control temporal. Sus
dedos temblorosos lo agarran y cuando está por activarlo se le resbala cayendo
fuera de la bañera junto a los pies del fiscal. Su garganta está atascada, no
puede emitir una sola palabra de defensa. La cortina se mueve dejándolo al
descubierto. El revolver apunta a su cabeza, tras él una nerviosa mano amenaza
con mover el índice sobre el gatillo.
—¡Este tipo está a punto de
dispararme! —piensa Juancho horrorizado a la vez que salta sobre el otro
sujetándole la muñeca y arrebatándole el revolver.
Giran por el suelo entre
gemidos y gritos. Como en cámara lenta el joven observa la bersa disparándose.
Ya sabe que la bala impactará sobre la oreja derecha, ya sabe que su víctima
morirá instantáneamente, ya sabe que el cuerpo rodará desparramado contra la puerta
y allí quedará apoyado.
Juan Carlos Díaz, futuro corregidor
de la historia, larga un gemido angustioso mientras mira el techo con
incredulidad. Un cosquilleo recorre su cuerpo y mientras comienza a evaporarse
siente que se eleva a la vez que un zumbido aumenta en sus oídos.
7 comentarios:
Ángela Gaggino · Instituto San Antonio
Muy bueno!!!! Que se cuide Juancho....
Armando Antonio Amieva Gerente en Ex Gerente de Banco en Rivadavia
Walter, una vez mas, repito que tienes el raro y privilegiado talento de capturar al lector desde el principio hasta el final. Y con estos cortes al relato, nos dejas con la boca abierta y el signo de interrogación flotando sobre nuestras cabezas....! ME HA INTERESADO MUCHISIMO TU RELATO, y espero contar con tu amabilidad de siempre para poner en mi muro el resto del mismo. En ese momento, haré un comentario sobre el tema, que desde ya, me ha empezado a atrapar, como siempre ocurre con tus escritos....! Un abrazo muy fuerte, querido amigo...!
Jacinto Emiliano Piedras
¡Guauuuuuu, nos dejas con el alma en la garganta¡¡¡ Veremos que es lo que descubre Juancho
Mirtha Nelida Rojas Nuñez ·
Muy buena publicacion.
Ya quiero saber qué le depararán esos viajes a Juancho, si podrá contar la historia tal y como fue o tendrá que dejarlo así, como la contaron otros, que siempre pasa que entre que algo se pierde y que algo se añade/inventa pues uno no sabe qué hay de cierto y si fue así como sucedió el hecho.
Muy bueno, Walter, vendré a leer lo que tenga que descubrir y decirnos Juancho.
Gracias, amigo mío, siempre me atrapan tus relatos, y me gustan mucho, placer de leerte.
Abrazos y que estés bien
m.
JUANCHO, EL CORREGIDOR...
De Walter G, Greulach
(Escritor mendocino nacido en Jaime Prats, San Rafael, Mendoza, REPUBLICA ARGENTINA.
Acabo de leer una vez más, este relato de este notable escritor mendocino, radicado en EEUU...! Se trata nada mas y nada menos, que de la muerte del Fiscal Nisman, algo que los argentinos estamos viviendo con pavor por estos tiempos...
Y una vez más, he quedado perplejo ante la infinita imaginación de este querido literato, el que nos hace leer sus escritos con fruición, el que nos atrapa desde el comienzo de la lectura hasta llegar al final...! Un final que no podemos prever hasta no leer la última frase del desenlace que él ha querido para su obra...! Y allí está el verdadero mérito del literato: el de mantenernos CAUTIVOS de sus frases y ANHELANTES de gozar o sufrir un final que solamente él sabe.
Generalmente, los escritores basan sus trabajos basándose en hechos pasados a los cuales les agregan sus puntos de vista actuales; o del presente , tratando de que se vean cómo se verían en el futuro...
Pero, Greulach, no es del MONTON...! El es diferente en su forma de escribir y ver las realidades. Y tiene una imaginación frondosa como para crear a un CORREGIDOR DE LA HISTORIA, con todo lo que eso significa para la humanidad. Pero además, el ve la realidad en este caso DESDE ARRIBA HACIA ABAJO...! Es decir, nos hace vivir que estamos en el año 2147 (un siglo y medio de vida futura...! ) para ver lo que nos está pasando en ESTOS TIEMPOS...!
Y ésta ha sido la estructura de su escrito de “JUANCHO, EL CORREGIDOR” ...! Y éste trabajo de Greulach, me hace decir una vez más:
----“ ¿Cuál es la realidad de la irrealidad de Greulach....? ¿Dónde está la irrealidad de esta realidad de este buen escritor...?
Ahh...! ¿ Y el final del relato...? Permítanme ser ...digamos, EGOISTA...! Pero, yo creo que Ud. amigo lector, tiene que sorprenderse de la misma manera que Walter G, GREULACH me sorprendió a mí....!
Hasta cualquier momento, en que seguramente estaremos comentando alguna obra de los talentos criollos que triunfan...
ARMANDO ANTONIO AMIEVA
G. CRUZ MZA.
“Siempre la noche deja su oscuridad para darnos la luz del día”....!
Un abrazo Armando y gracias por tus comentarios. Esperemos que no sea profético eso de que en siglo y medio no se van a resolver estas causas tan tristes para nuestra realidad...
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