
W.G.Greulach
El desierto nos rodeaba, solo había polvo y mas polvo. La noche disimulaba los cerros que se apiñaban tímidos al sur. La barrera se elevó y entramos al área de las pistas de aterrizaje. Algunas difusas siluetas se movían preparando el sector principal donde aterrizaría el UF 237 que estábamos esperando.
Estacionamos el camión de exteriores lo mas cerca permitido y al apagar el motor, me inquietó el absoluto silencio que poco a poco nos fue sepultando. Habíamos estado otras veces allí, pero hoy sentía una especie de desolación total. Mi amigo inclinó el asiento y puso un cd de Serrat. Los fantasmas del Roxy poblaron el ambiente, trayéndome un momentaneo alivio.
Encendí un gitanes y aspiré con deleite el primer humo. Recosté la cabeza contra la ventanilla. Mis ojos se extraviaron en el firmamento buscando las luces que anunciaran la llegada del 237, proveniente de Córdoba, Argentina. Solo encontré el redondo astro iluminándonos débilmente, lucia dolorosamente hermoso. Bajé los parpados y la imagen permaneció impresa en mis retinas. El sonido de una guitarra se descolgó de algún rincón de mi memoria y el delicioso aroma de una empanada sumado al áspero sabor del vino tinto, echaron a andar el distante recuerdo…