29/10/13

De Nitro a Jaime Prats




W.G.G

 

 Jaime Prats, Mza, Argentina. Diciembre del 2005.

            El sauce llorón empapó sus ramas en el torrente de agua y hojas recién liberado. Cuatro gallinas y una gata huyeron del canal sombreado por los álamos. Más allá, a la altura de la toma que desviaba el agua hacia el rancho y sentado sobre un mantelito de plástico a cuadros, Leonardo esperaba ansioso masticando un puñado de mentas. A un costado tenia el catalejo de su tio-abuelo y los dos libros que estaba leyendo; La isla del tesoro y Los Viajes de Clovis Dardentor.

Se incorporó como un rastrillo pisado en sus dientes cuando escuchó el lejano rumor. En su mano derecha sostenía una carabela hecha de palillos, fósforos y corazón de hinojos, que iba a ser puesta a dura prueba en un par de minutos. Quien la observara con detenimiento descubriría en ella una verdadera obra de arte, digna de un excelso miniaturista.


Tres cuzcos sarnosos lo escoltaban y empapados con el éxtasis del niño, proferían una batería de ladridos,  lucía como si las colas movieran los cuerpos de lo felices que estaban. Con esfuerzo bajó las compuertas, cerrando los dos canales que iban, uno a las papas, tomates y pimientos y el otro a la viña y demás frutales. Dejó abierta la hijuela que circulaba por la huerta, desembocando en la pileta donde se almacenaba el agua de la casa. Más tarde volvería a abrirlas, ahora necesitaba todo el caudal para “La Pinta”.

1/10/13

De Cholulos y Otras Yerbas...



       Chorreaba el cielo una llovizna caladora de huesos. En la playa del Hotel Delano, en South Beach, el día más horrible del año se desgastaba en los ojos de un mesero recién ascendido y dos acomoda reposeras que aun resistían atrincherados en la caseta. ¿Fecha?, diciembre del año 1999, hacía año y pico que había arribado a Miami procedente de Aruba, isla del caribe holandés donde (junto a mi esposa Daniela) residimos por casi una década, teniendo allá dos bellos arubianitos.

            El mar de un turquesa turbio se sumaba al frio para desalentar a posibles bañistas. Solo las gaviotas parecían disfrutar los chapuzones. Un tubo principal de las cloacas de aquel sector de Miami se había roto y miles de litros de aguas negras se volcaron al océano, como a unos seiscientos metros del hotel. Esa jornada, como en las tres anteriores, nos iríamos casi en blanco. Solo el mísero salario de cinco veinticinco dólares por hora. En un trabajo como el nuestro, la propina se constituye en el setenta por ciento de los ingresos. El sueldo apenas te alcanza para los descuentos.