24/4/11

De aquel lado del camino







W.G.G

Oscuridad, y un silencio nunca antes experimentado. Vacío abrasador por donde su espíritu anda a tientas. Martín va flotando con un sentimiento asfixiante de indefensión.

El tema de la vida después de la muerte lo había obsesionado desde que tenia noción. Una luz blanca absorbiéndolo, un túnel luminoso por donde desfilaran los recuerdos mas preciados, el despegarse del piso y observar todo desde arriba, cualquier cosa hubiese sido preferible a esta conciencia atroz de la nada. ¿Estaría acaso en un limbo? ¿Una estación en tránsito hacia otra realidad? Toda una eternidad a ciegas por el infinito le sonaba pavoroso.

Lo único que fluye es el tiempo, pero le resulta imposible discernir cuanto lleva en esta condición. ¿Horas, días, meses? Solo el pensamiento sin limites, sin dimensiones...


Fueron unos sonidos, como de voces intentando abrirse paso entre las telarañas del cerebro, los que le trajeron el primer alivio.

9/4/11

¡No habrá otra chance muchacho!


W.G.G
Había veces, como en ese momento, en que no tenia ganas de mover ni un solo músculo, a tal punto que le tomó una enormidad de tiempo levantar la vista para saber la altura de Avenida Rivadavia por donde se desplazaba el colectivo. Como a veinte cuadras de allí estaba el supermercado que pedía personal.

Sus pupilas buscaban angustiadas algún bálsamo, una sonrisa, un color, un rostro que lo animara. Atardecía sobre Buenos Aires, hacia frío, llovía a canteros y ese tango lastimero que le traía la radio, que hablaba de una fatal puñalada, lo hería aun más. Era como si siempre hubiese llovido en su vida, siempre nublado, siempre la tormenta amenazante y el gélido aire engullendo el poco calor que habitaba su cuerpo.

Limpió la ventanilla y observó los despintados edificios, los árboles sin hojas, los escasos transeúntes con caras largas y pálidas. Le costaba rememorar el ultimo instante de felicidad, un momento en que no sintiese esa opresión en su pecho. Cerró los parpados con fuerza. Aunque fuese una imagen, algo que le devolviera la paz por unos segundos. Únicamente sintió dos tibias lágrimas recorriendo sus mejillas.

5/4/11

EL QUIJOTE VERDE / Prólogo de la novela



Walter Gerardo Greulach

—Se terminó —dice Mariela con voz áspera y corta la comunicación.

Dos palabras, nueve letras, que desmoronan los escasos cimientos que aún lo mantienen en pie. El celular se desprende de su mano, desbaratándose en el piso de cemento pulido. Las pupilas se ensanchan, extraviándose tras el ventanal de vidrios sucios, donde cielo y tierra comienzan su beso nocturno.

Se terminó… y la razón ya no encuentra resquicio de cordura donde alojarse. El paisaje lo desgarra, hoy más que nunca. Entorna los parpados y aun lo sigue viendo. Soja, un océano de soja. Miles de hectáreas bamboleándose al viento. Soja, la maldita bendición del pueblo argentino.

Se terminó —dijo su esposa.

Como si se tratase de poner un punto final y comenzar la nueva oración. Como si al dolor de los recuerdos se lo pudiese borrar con voluntad. Como si mañana no amaneciera y existiese otra opción que seguir respirando.

Se terminó…