20/2/11

VIENTO EN POPA

W.G.G



—La mejor droga es aquella que mantiene al paciente enfermo por años y años, para que de esta forma podamos extraerle hasta el último centavo —dijo el calvo ejecutivo de Pfizer descaradamente—. En su gran mayoría las drogas poderosas tienen consecuencias peores que la enfermedad a la que buscan combatir.

—Nada que ya no sepa —pensó Orlando aburrido, mientras se fingía interesado, afirmando con la cabeza cada acotación del gordo arrogante.

—¿Sabía usted mister…

—Carranza.

—…que una buena dosis de vitamina d y omega tres es mucho más efectiva para combatir la depresión que todas esas porquerías que andan por el mercado?

—Por lo menos el alcohol lo desinhibe totalmente al bastardo —meditó el medico a la vez que se llevaba un crab cake a la boca. Solo había dos razones que lo mantenían aun sentado en la barra de aquel salón de Coral Gables, el frio de afuera y los bocadillos de adentro. Se realizaba la presentación de una nueva droga contra la osteoporosis y él era el representante del hospital mas grande del condado.

10/2/11

La proeza final de Luciano Andrés Parra



W.G.G

Disfrutaba jugar con el peligro, en una actividad rayana en lo demencial. Era un adicto a esa infusión de adrenalina que recorre nuestras venas en los instantes de tensión al límite. Y cada vez forzaba más el umbral buscando un desenlace que a todas luces se aproximaba. Quizás por ello estaba en aquel momento acostado dentro de ese extraño supositorio dorado, inmovilizado de pies a cabeza y con cientos de sensores que cubrían su cuerpo desnudo. Una música de violines y chelos le llegaba a través de los auriculares.

—Para que te serenes —lo alentó Harvey Love, el tipo con más cara de loco que conoció en su vida.

—Calmarme, ja —masculló Luciano.

Tenía tensionado hasta los pelos, y el corazón, bombeando a mil doscientos por hora, lucia como si en cualquier momento se le saldría por entre las costillas. Pero en síntesis eso era lo que buscaba, lo incierto, lo inesperado…

3/2/11

Motivación

                      

Walter G Greulach

Sucedió al filo de la navidad, cuando recién comenzaba a trabajar como beach attendant en el National Hotel tras dos años sabáticos. Gracias al apoyo financiero de Daniela, mi esposa, terminaba de publicar “El guionista de Dios…¿o del Diablo?”, mi primera obra. Por veintitrés meses la paranaense había sido el único sustento de nuestro hogar. Tiempo que me llevó escoger y pulir los catorce cuentos de aquel desvirgue literario.

Llegó pateando arena desde el sur. Enfundado en una bermuda roja con bolsillos amarillos, unas ojotas verde amarelo con el escudito de Brasil y una camisa hawaiana negra con rosado. Traía un bolso con la cinta de vuelo aun en la manija y tarareaba I feel good de James Brown. El pequeño gorro de lana no alcanzaba a ocultar una desgreñada melena rubia. Pisaría los cincuenta, las canas punteaban en una barba rala que suavizaba las arrugas de un rostro curtido por el sol.