15/12/13

Custodio del Tiempo


  

W.G.G.
         Las noticias que brindaba el canal universitario ese mediodía daban pena, causaban escozor. La Docta se desangraba en manos de cientos de salteadores de la más baja ralea, producto de una sociedad enferma, aletargada, en terapia intensiva. La falta de coordinación, de previsión, de simple sentido común y decencia de la corrompida clase política, tanto provincial como nacional, sumada a la complacencia de gran parte de la ciudadanía habían alentado este caos. La década lucia irremediablemente perdida y los dos años de transición se presentaban lentos, tortuosos. Sin embargo nada de esto parecía afectar el humor de Sebastián Diego Paredes, ubicado en la parte baja del subsuelo emocional. Tomaba mate con un cuarto de pan criollo mientras observaba sin ver la pantalla de su sony 14”, de los viejos, a transistores. Le daba igual si de la Sota arreglaba con los uniformados o si se prendía fuego la ciudad, siempre que el incendio no quemara su sucucho en la Avenida Hipódromo del Barrio Jardín cordobés.

29/10/13

De Nitro a Jaime Prats




W.G.G

 

 Jaime Prats, Mza, Argentina. Diciembre del 2005.

            El sauce llorón empapó sus ramas en el torrente de agua y hojas recién liberado. Cuatro gallinas y una gata huyeron del canal sombreado por los álamos. Más allá, a la altura de la toma que desviaba el agua hacia el rancho y sentado sobre un mantelito de plástico a cuadros, Leonardo esperaba ansioso masticando un puñado de mentas. A un costado tenia el catalejo de su tio-abuelo y los dos libros que estaba leyendo; La isla del tesoro y Los Viajes de Clovis Dardentor.

Se incorporó como un rastrillo pisado en sus dientes cuando escuchó el lejano rumor. En su mano derecha sostenía una carabela hecha de palillos, fósforos y corazón de hinojos, que iba a ser puesta a dura prueba en un par de minutos. Quien la observara con detenimiento descubriría en ella una verdadera obra de arte, digna de un excelso miniaturista.


Tres cuzcos sarnosos lo escoltaban y empapados con el éxtasis del niño, proferían una batería de ladridos,  lucía como si las colas movieran los cuerpos de lo felices que estaban. Con esfuerzo bajó las compuertas, cerrando los dos canales que iban, uno a las papas, tomates y pimientos y el otro a la viña y demás frutales. Dejó abierta la hijuela que circulaba por la huerta, desembocando en la pileta donde se almacenaba el agua de la casa. Más tarde volvería a abrirlas, ahora necesitaba todo el caudal para “La Pinta”.

1/10/13

De Cholulos y Otras Yerbas...



       Chorreaba el cielo una llovizna caladora de huesos. En la playa del Hotel Delano, en South Beach, el día más horrible del año se desgastaba en los ojos de un mesero recién ascendido y dos acomoda reposeras que aun resistían atrincherados en la caseta. ¿Fecha?, diciembre del año 1999, hacía año y pico que había arribado a Miami procedente de Aruba, isla del caribe holandés donde (junto a mi esposa Daniela) residimos por casi una década, teniendo allá dos bellos arubianitos.

            El mar de un turquesa turbio se sumaba al frio para desalentar a posibles bañistas. Solo las gaviotas parecían disfrutar los chapuzones. Un tubo principal de las cloacas de aquel sector de Miami se había roto y miles de litros de aguas negras se volcaron al océano, como a unos seiscientos metros del hotel. Esa jornada, como en las tres anteriores, nos iríamos casi en blanco. Solo el mísero salario de cinco veinticinco dólares por hora. En un trabajo como el nuestro, la propina se constituye en el setenta por ciento de los ingresos. El sueldo apenas te alcanza para los descuentos.

7/9/13

Los Fantasmas de Savannah


           
W.G.G


            Durante la niñez y comienzos de mi adolescencia había ido varias veces al lugar de mis ancestros maternos, Savannah, capital del condado de Chatham, ubicada a orillas del océano atlántico sobre la desembocadura del rio que le da nombre. Aunque el viaje más largo y fructífero al sur de Georgia fue el último, realizado por causa del fallecimiento del tio Malcom, el mayor de los hermanos de mama. La acompañamos al funeral junto con mi hermana Doris y desde diciembre del 63 hasta marzo del 64, pasé los mejores meses en década y media de vida. Quizá los únicos recuerdos interesantes de un muchachito extremadamente tímido, con todo un catálogo de traumas y complejos.


A los ojos de un joven melancólico y soñador este poblado del sureste norteamericano estaba dotado de un encanto peculiar. Casas centenarias de madera y amplios balcones, plazas arboladas con el “spanish moss”, musgo español, colgando por donde vieras, oscuras calles silenciosas y todo un catálogo de relatos sobre aparecidos, brujas, reencarnados y demás yerbas sobrenaturales.

Cuando el escoces James Edward Oglethorpe llegó al área de la desembocadura del rio Savannah en 1733 le pareció un lugar ideal para fundar su ciudad. Con la ayuda de un numeroso contingente de colonos irlandeses e ingleses, luego se sumarían franceses y judíos de distintas partes de Europa, construyó el pueblo en base a un diseño de calles perpendiculares solamente, ubicando a cada dos cuadras un espacio verde. Veinticuatro de ellos engalanan el casco original, no he vuelto a ver una urbe con tantas plazas y tan juntas. La ciudad hechizada posee ochenta cementerios y medio centenar de sitios encantados.

En aquellas “vacaciones” y para mitigar el aburrimiento, nos propusimos con Doris recorrer cementerios y casas embrujadas. Estuvo frio, nublado y lloviznoso casi todo el invierno, lo que nos ofrendó un contexto perfecto para nuestras tenebrosas excursiones.

5/9/13

VIII Allí donde cae el Niagara

                                                  Capítulo VIII de http://waltergreulach.blogspot.com/2011/08/perfil-triste-sobre-bourbon-street.html   

La magia de las cataratas del Niágara
W.G.G


El alivio que lo había acompañado desde que subió a la interestatal 10 east dejando atrás New Orleans, se fue transmutando en ansiedad a medida que atravesaba Louisiana, Missisipi y Alabama. Ahora a las puertas de Montgomery se sentía desanimado, melancólico, aplastado como una babosa contra el asiento del P.T. Cruiser. Por vez primera le sobrevoló la idea suicida de volver al Snake Hole y unirse a Carina para siempre. No le cabía duda sobre la literalidad de la frase “unirse para siempre”. Aquella noche de su desvirgue, cuando abrazados en la cama lo inundaba de arrumacos, la madame largó su sentencia.

—El destino volvió a juntarnos mi cielo y ahora es por toda la eternidad. No dejaré que nada ni nadie nos separe. Nadie juega conmigo, nadie me usa ¡Te lo juro, solo la muerte te apartará de mí —amenazó con una vehemencia intimidadora y besó sus dedos en cruz!

           Con la piel de gallina y el corazón trabado decidió en aquel mismo instante marcharse a mil años luz de la querida asesina serial, pero ahora, con el tiempo limando las espaldas, se acrecentaba su imagen bajando la escalera envuelta en transparencias y los te quiero con olor a menta y anís, expulsados por sus labios pulposos, flotaban por doquier. Un par de ojos verdes encandilaban su memoria dejando en la oscuridad todo lo demás. El deseo primaba sobre el miedo y como un cocainómano que lucha para no inclinarse a aspirar otra línea, habiéndose jurado un nunca más, enfiló el auto a la banquina, apagó la radio y el motor respirando con dificultad debido a que una puntada lo acosaba en el medio del pecho. Con manos sudorosas  prendió las balizas y recostó al máximo el asiento. Necesitaba relajarse, pensar con claridad, sopesar los pro y los contra.

22/8/13

El Último Abuelo



 
                 
W.G.G






           Acostado en una hamaca colgada de dos palmeras, acariciado por un aire preñado de iodo y sal, en aquella deliciosa puesta de sol sobre el Pacífico, Robert Mundarian llegó a la conclusión de que, pese a todo, la vida era bella y que la tierra se constituía en un lugar placentero para existir. Su perra Mika descansaba un par de metros frente suyo, acababa de cumplir treinta años y, tan anciana como él, transitaban juntos por el tramo final del camino.


Tres gaviotas planeaban casi inmóviles sobre las cabezas de un grupo de niñas que entre gritos y risas las alimentaban al borde de la playa. Un naranja pálido disfrazaba el paisaje y sumado al ronronear de las olas y a una tenue melodía como de música clásica que le llegaba quien sabe de dónde, adormecían tiempo y espacio invitándolo a la reflexión.


Hawái, la cada vez más pequeña Hawái despedía la tarde. Era el año 2832 y nunca se había atravesado por una paz tan duradera en la historia de la confederación de planetas de la Vía Láctea. Sin embargo jamás como en ese momento la supervivencia misma de la raza humana había estado tan en jaque.

6/8/13

Buena Vista Country Club




W.G.G

           
Como dóciles manos mecidas por la brisa, los helechos palmera se encaprichaban en darle la despedida. Sobre la rama de un roble, dos ardillas corrían alejadas del nido por una aspaventosa madre blue jay. Más allá, encaramada en lo alto de la palta, una comadreja parecía solazarse con el espectáculo. En el deck de madera, entre los pies del hombre, tres gatos jugueteaban sádicamente con una lagartija.


Desvió la vista del cuaderno y centró su atención en una hamaca paraguaya enredada en la cuerda de colgar ropa. No lograba recordar cómo había llegado a su poder. Luego estudió la distancia entre los mangos. Doscientas un veces se propuso colgarla y sin embargo allí seguía sin haber cumplido ni por un segundo su supuesto destino. Pensó en cuantas cosas y personas llegaban a este mundo con un objetivo y se iban así nomás, sin ton ni son.

12/7/13

La Válvula Rota


W.G.G
                                   
                                                   I

Es extraño, no entiendo que me pasa, ni siquiera sé donde estoy. Me siento sucio, pegoteado, cubierto de una hedionda mezcla de sangre y desinfectante. Para colmo no veo nada y me cuesta horrores respirar. Siento un puntazo a la altura del ombligo seguido de un picante ardor. Rebusco en mis recuerdos una imagen final que me ancle. Es la de la pieza del hospital italiano donde poco tiempo atrás yo, el siquiatra Enzo Razotti, me hallaba entubado hasta las orejas después de resucitar de mi quinto infarto y segunda embolia cerebral a los setenta y nueve años.

           Ahora unas garras enormes me aprisionan (¿o son manos?), me levantan con una facilidad desconcertante. Siento voces desconocidas, cargadas de ansiedad, de expectación. Debo ser el centro de atención, pero ¿por qué? y ¿de quiénes?

           —Hace frio, ¡que alguien baje el puto aire o que aunque sea me tapen por favor, no ven que estoy desnudo! —intento decir pero solo emito un palido quejido.

1/7/13

Sin Retorno






Letanías de oportunidades perdidas, imágenes que cual flashes intentan alumbrar una mente ya indefensa.

Sombras lúgubres que se entrecruzan ondulantes, siniestras y de fondo un aullido, como de clavo hiriendo el pizarrón, destrozando mis oídos ya sin tímpanos.

16/6/13

Fue casi mi mejor Sueño

W.G.G






            Lo que ahora reflejan mis pupilas al alzar los párpados esta madrugada es un par de nalgas turgentes y un sexo femenino recientemente depilado. Esto es realmente interesante pues no se trata del de mi mujer. Primero, porque nunca en mi vida podría atraer a un hembrón de semejante nivel y segundo porque pisando los cuarenta estoy más solo que loco malo. Entonces… ¿qué está pasando? No tengo ni una remota puta idea, pero que linda que es Dios mio. ¿Dónde me encuentro? ¿De quién es esta cama grande? Tampoco tengo calzoncillo y cuando enfoco mi atención a mi amigo alborotado, caigo en cuenta que además de estar sin un pelo, este muñeco no es el mío, más quisiera tener uno así yo. ¡Mira vos, no sabía que se podían tatuar!, susurro estudiando curioso el dragón humeante grabado en mis bolas. Debe ser dolorosísimo.


Inhalo aire profundamente y lo retengo en mis pulmones, debo serenarme, analizar esta confusa pero excitante realidad. ¿Qué pasó anoche? ¿Acaso me emborraché y quien sabe cómo acabé junto a esta ninfa? A ver… estuve hasta cerca de la medianoche en el café con el Coco y el Tato, pero recuerdo bien haber vuelto a casa sobrio. Y aunque fuese así, a estas piernas, a este tórax, a estos brazos, no los reconozco. Tengo los músculos bien marcados. ¡Unos abdominales de la puta madre! ¿Dónde está mi pancita gelatinosa, mis canillitas flacas, mi ombligo extraviado? ¿Qué es esto por favor? ¿Quién carajos soy?

7/6/13

Quizá porque se me Antojó Creerle

                                       550 dias

W.G.G
 
Al Moncho Iturbe no era que le desagradara tanto la vida, solo le disgustaba la forma en que la vida lo había tratado siempre. Era poseedor de una soledad rayana en lo absoluto y esa medianoche peor aún, porque su ser más preciado, el único receptáculo de sus palabras y caricias acababa de fallecer.

Han pasado ya veintiocho calendarios por mi pared y todavía retengo con inusitada claridad la historia que el chino Pandiani nos narró una noche de quilmes y maníes en el café Nostalgias, allá en Córdoba, sobre la Obispo Trejo. El chino era un porteño de ley, un fabulador innato, tenía esa cualidad de hacer de la nada un show y en verdad que nos divertía, por lo menos en esos momentos en que teníamos ganas de escucharlo. La anécdota de su supuesto vecino en caballito, fue lo único que tras tanto tiempo me quedó registrado. Quizá porque en algún instante de su verborrágico relato me identifiqué con el Moncho Iturbe y envidié su velada extraordinaria. Quizá simplemente porque entonces se me antojó por vez primera y última creerle al chino Pandiani.

Se acomodó en el rincón predilecto y apoyó el borde superior de la silla en la pared, como lo hacía siempre. Estiró las piernas y bostezó abotargado por la tristeza y el aburrimiento. Se sacó la húmeda campera de lana y la tiró en la esquina de la mesa. Aquel jueves, pasada la medianoche, venia de enterrar a michifus en la plaza del barrio. La tumba la cavó bajo un banco, protegido por el olmo, su viejo amigo, el mismo que lo cobijara en tantas tardes de hastío. Una fina y pegajosa llovizna tapizó su camino al Farolito. Tuvo suerte de que el cielo no se desvencijara hasta segundos después de ingresar al bar.

29/5/13

Las Parcas Llegaron con el Viento




W.G.G



            Podríamos acotar que aquel pueblito enclavado en el medio de la nada, en el interior profundo de nuestro país, parecía un espejismo enjabonado sobre la ruta, de esos que alucinan al conductor después de kilómetros y kilómetros por las desoladas pampas. Pintoresco, acogedor (por lo menos ante el primer vistazo), poseía algo insanamente artificial cuando se lo apreciaba con más detenimiento.


            Arroyito Azul no debía tener más de setecientos habitantes. Todas sus calles estaban impecablemente asfaltadas y en los postes de las farolas  relucía el bronce artísticamente tallado. Unas ochocientas casitas, inquietantemente similares y vacías, se apiñaban sobre la avenida principal y sus ocho cortes transversales, la mayoría lucían recién arregladas. Una escuela primaria, correo, registro civil, capilla, dos almacenes y el edificio de la sede municipal alegremente decorado, matizaban el paisaje urbano. Aunque lo que realmente acaparaba la atención del mas que ocasional visitante era la fachada del club social y deportivo Patria. Con las puertas azul marino y el techo de un rojo furioso, ocupaba cuatro cuadras completas en las se desperdigaban una cancha de futbol con pasto sintético y tribunas para cinco mil personas, cuatro canchas de bocha, una gran pileta con trampolines a distinta altura y un polideportivo (rodeado de una pista de atletismo de tartán) con relucientes baldosas verdes. Un conjunto de redes y tableros permitían la práctica de casi cualquier actividad atlética.


            El caserío se apiñaba al final de un amplio valle, entre el arroyo de las piedras y los cerros dorados. Transcurrió la mayoría de su historia como un paradisiaco lugar donde un pueblo feliz vivía del cultivo de tierras bastante fértiles. Llegó a tener cuatro mil seiscientos pobladores en el censo del noventa. Hace como veinte años llegaron ELLOS, los compradores de tierra y su suerte quedó hecha añicos.

2/5/13

Los Cien Mil y Un Universos de Heriberto Andrada




 W.G.G

            Desde chiquito, allá en su Bowen natal, al Tito lo embelesó todo lo que estuviese relacionado con el azar. Con el tiempo llegó a tachar de su vocabulario las palabras Dios y destino, navegando a la deriva por un rio de casualidades que estimulaban el momento en el que debía tomar decisiones cardinales. Como si en cada una estuviese jugando a una ruleta en que todo resultado podía ser viable.

            A tal punto llegó su afición a esta especie de “casualistica” (valga el término aunque no exista) que tras obtener los doctorados en física y matemática en la U.B.A, comenzó el más inquietante de los juegos: el de la bifurcación de su universo personal. Lo desvelaba el saber que habría sucedido si en determinada coyuntura, hubiese enfilado por otra senda.

12/4/13

Asesino Serial Del Año: Capítulos Nueve y Diez

                                               
Capítulo noveno
La venganza
I
                                                         
 Sabía que sus pensamientos no podían ser monitoreados. Se lo dijo bien claro el creador el día del encuentro en la cafetería.
 —Elabora tus planes mentalmente muchacho —le recalcó el cretino. — Ni los jueces, ni siquiera yo, podremos saber nunca lo que estás pensando. Sólo tendrás intimidad en tu mente.
 En base a esto y con el dolor y la rabia saturándole las terminales nerviosas, Lucas empezó a planear la dulce venganza. Tenía claro que sólo una cosa podría realizar para perjudicar a Morgandus…hacerle perder el concurso de mundigramas. Así y todo quería llevarlo hasta el último instante. Incentivar su esperanza al punto de que se creyese ganador y allí, en el movimiento postrero de sus veintitrés años de marcp, asestarle el golpe final que lo devastara.
 No creyó poder odiar tanto como en esas horas previas al final. El fallecimiento de su madre potenció el asco y la indignación hacia la persona que parecía gozar con su sufrimiento. Trató de disimular el vendaval de emociones que lo desestabilizaban. No le convenía que el cretino vislumbrase su estado de ánimo.
 Telefoneó a Leticia para anunciarle que se haría cargo de los gastos del funeral y reservó el pasaje a Argentina para el día siguiente. Todo debía, aparentemente, seguir el curso normal.
 — Prepará a Julio, Checho y Paula, que apenas termine el entierro me los llevo a vivir al sur —mintió, sintiendo cómo se le desgarraba el pecho. Éste había sido el plan original, pero ahora, sin la razón de su vida, no encontraba motivo para seguir con la farsa del mundo capsular.
 Buscó un grueso cuaderno negro, escondido bajo una baldosa floja de la cocina y con un marcador rojo subrayó el nombre de Eugène Toussant. Su objetivo número treinta y tres vivía en Naples, una ciudad a dos horas y media de viaje, al noroeste de Miami.

28/1/13

De Jaime al Centro de la Tierra



                                Cueva Ventana                                                                                                                                                                                                             

w.g.g




Una tormenta de agua y granizo había maltratado, una vez más, al sur mendocino el día anterior. La tarde era húmeda, ardiente. Los hilos de vapor se elevaban desde la alfalfa recién cegada incorporándose a un horizonte nebuloso e inestable. Dos de la tarde, hora terrible de la siesta cuyana. Sensación térmica, cuarenta y dos grados y ascendiendo. Un barniz transparente parecía recubrir todo, desdibujando el paisaje hasta darle esa pastosa irrealidad de las horas en que mandan las iguanas.


Treinta y pico años más tarde me parece, es más, estoy convencido, que en aquel entonces a nosotros, niños al umbral de la adolescencia y con las duracell recargadas, no nos afectaba el calor. Pasado el mediodía era el momento mágico en el que nos escapábamos de nuestros cancerberos y dejábamos fugar las fantasías más recónditas.

13/1/13

Sangre Maldita





 

 W.G.G

         Siempre (desde niñito) tuve una tremenda curiosidad por conocer la historia de mis ancestros paternos. En cada ocasión que sacaba el tema a colación, mis mayores se iban distraídamente por las ramas y terminaban aportándome poco o nada. Llegué a pensar que ni siquiera mi padre sabía con certeza cuál era su origen. Me había contado que mi abuelo Adolfo García nació en el sur, cerquita de Bariloche, que administraba un hotel a orillas del Nahuel Huapi, y que allí conoció a mi abuela Maria que trabajaba limpiando los cuartos. Que se casaron en el 66 y en el 67 se mudaron a Rosario, donde unos meses después vino al mundo Edgardo, mi padre. Aquí al sur de esta ciudad, en el barrio Saladillo Sud, echamos anclas los García y hemos llevado hasta ahora una vida linda, relativamente tranquila. De mis bisabuelos solo pude sacarle que se llamaban Julio y Eva y que llegaron desde la madre patria, no sabe de que zona, ni siquiera si tenían hermanos o dejaron algún otro hijo allá en su tierra.

            Tecleo estas letras en mi laptop, protegido por las penumbras de la habitación. Han pasado dos días desde la revelación y aun mi espíritu se sacude henchido de culpa y vergüenza. ¡Como si yo, mi padre o mi abuelo tuviésemos la culpa de algo! Creo, es más estoy seguro, que nadie leerá estas líneas jamás. Este testimonio irá derecho a la lata que haré desaparecer por el mismo hueco del que nunca debió haber salido. Una lata que me reveló la podredumbre que corre por mis venas. Mantendré el doloroso silencio de los míos, que más me queda.

            Es extraño, afuera llueve a rabiar y aunque los cristales están empañados, puedo ver la luna llena apoyada en una esquina de la ventana. Un lunón hermoso, intimidante, como el pasado que me asfixia y me obliga a descargar mis sentimientos en una hoja de cuaderno.