11/12/11

EL OTRO RAFA (segunda parte)

                                             
                                -CUATRO-


¿Quién maneja a quien? Anoche intenté pasármela en vela y más allá de tomarme dos cafeteras llenitas, no lo logré. A las dos de la mañana estaba roncando a moco tendido. Él, como ha pasado siempre, se despierta a la misma hora en que yo abrazo a Orfeo. Hoy abrí los ojos a las tres de la tarde, el muy cretino se quedó despierto hasta las tres de la madrugada. Cada vez duermo más, estirando sus empalagosos días.
¿Quién maneja a quien? me pregunto.  Para el otro Rafa es fácil, posee un trabajo en el cual no debe rendirle cuentas a nadie, es el jefe. Hace y deshace a su antojo y todos le tienen aprecio. Por su culpa perdí mis últimos trabajos, me fue imposible cumplir los horarios. Moriría por tener sueños normales, distintos o no tenerlos directamente, llevar dos vidas es estresante, sobre todo cuando la verdadera es una mierda.
He probado toda clase de somníferos, don Oscar me recetó, como unos cinco años atrás, unos, según él, infalibles interruptores de sueño, testeados con éxito en pacientes aquejados por pesadillas insoportables. Conmigo fracasaron, solo me jodieron el estómago y ni siquiera dormía mejor. En una etapa de mi vida me obsesioné (como ahora) con la idea de ser Stuart, de incorporarme totalmente a su bella cotidianeidad. Pensé que si encontraba la forma de dormir mucho tiempo, en algún momento se produciría un clic y le diría adiós a este gastadero de días sin motivo. Una sobredosis de pastillas casi me mandan al otro mundo, no a de él, sino al celestial, o infernal, quien sabe. Creo estar más próximo a este último. Estuve nueve días inconsciente, nueve días plenos en Darwin. ¡Que feliz fui!  Descubrí que en ese estado él vivía normalmente, sin depender de mí para nada y que solo tenía que encontrar la forma de prolongar el coma indefinidamente.