22/8/13

El Último Abuelo



 
                 
W.G.G






           Acostado en una hamaca colgada de dos palmeras, acariciado por un aire preñado de iodo y sal, en aquella deliciosa puesta de sol sobre el Pacífico, Robert Mundarian llegó a la conclusión de que, pese a todo, la vida era bella y que la tierra se constituía en un lugar placentero para existir. Su perra Mika descansaba un par de metros frente suyo, acababa de cumplir treinta años y, tan anciana como él, transitaban juntos por el tramo final del camino.


Tres gaviotas planeaban casi inmóviles sobre las cabezas de un grupo de niñas que entre gritos y risas las alimentaban al borde de la playa. Un naranja pálido disfrazaba el paisaje y sumado al ronronear de las olas y a una tenue melodía como de música clásica que le llegaba quien sabe de dónde, adormecían tiempo y espacio invitándolo a la reflexión.


Hawái, la cada vez más pequeña Hawái despedía la tarde. Era el año 2832 y nunca se había atravesado por una paz tan duradera en la historia de la confederación de planetas de la Vía Láctea. Sin embargo jamás como en ese momento la supervivencia misma de la raza humana había estado tan en jaque.

6/8/13

Buena Vista Country Club




W.G.G

           
Como dóciles manos mecidas por la brisa, los helechos palmera se encaprichaban en darle la despedida. Sobre la rama de un roble, dos ardillas corrían alejadas del nido por una aspaventosa madre blue jay. Más allá, encaramada en lo alto de la palta, una comadreja parecía solazarse con el espectáculo. En el deck de madera, entre los pies del hombre, tres gatos jugueteaban sádicamente con una lagartija.


Desvió la vista del cuaderno y centró su atención en una hamaca paraguaya enredada en la cuerda de colgar ropa. No lograba recordar cómo había llegado a su poder. Luego estudió la distancia entre los mangos. Doscientas un veces se propuso colgarla y sin embargo allí seguía sin haber cumplido ni por un segundo su supuesto destino. Pensó en cuantas cosas y personas llegaban a este mundo con un objetivo y se iban así nomás, sin ton ni son.