5/7/10

Cuestión de ignorantes

W.G.G


José Gastón Méndez saltó por el borde derecho de la cama aquel lunes cinco de julio del 2010 y apoyó primero el pie izquierdo, en la cuarta baldosa de la tercer hilera.
Dejó el cepillo de dientes verde loro en el agujero del medio, donde lo dejaba siempre. De fondo sonaba Radio Nacional, el mismo programa que venía  escuchando al levantarse (antes de ir al trabajo)  en las dos últimas décadas. Buscó una nueva afeitadora descartable, la anterior ya tenía tres usos y desde que recordaba las utilizaba solo tres veces.
Comió dos tostadas con manteca y dulce de durazno, la semana que viene le tocaba dulce de higo. Café con leche en la taza grande de su viejo y dos cucharaditas tres cuartos de azúcar morena. Hojeó las deportivas del Diario y maldijo al ver la foto del director técnico de Argentina.

             Luego, como todas las mañanas, comenzó a preparar el doble nudo invertido de la corbata. Podía hacerlo simple y ahorrarse tiempo, pero siempre lo había armado así. Puso la corbata sobre la eterna silla de hierro con asiento de madera. Allí estaban también el saco y la camisa, planchados con esmero la noche anterior. Nunca planchaba de día.
Regresó a la pieza e hizo la cama con meticulosidad, pensó en cambiar las sabanas, pero recién le tocaba el martes, no le gustaba alterar el orden. Las grises con cuadritos blancos eran las próximas. Se lustró los zapatos sentado en la banqueta blanca, primero el derecho, después el izquierdo y revisó, como usualmente lo hacía, las medias de seda negra. . Comenzó a vestirse de abajo para arriba y al terminar volvió al baño y se pasó un peine gastado al que le quedaban, con suerte, diez dientes.
Antes de abrir la puerta del fondo, siempre salía por el fondo, se persignó frente a un antiguo cuadro de la Virgen de la Carrodilla y salió caminando marcha atrás hasta alcanzar el portón del muro de enfrente. Se alejó, por la calle, tarareando su canción favorita, concentrado en no pisar las juntas y con la mano diestra guardada en el bolsillo.

José Gastón Méndez, evitó la puerta principal del edificio, donde había una escalera con un gato negro abajo, e ingresó por la entrada lateral.
—Hola Pepito ¿Cómo andas che? Que pedazo de baile nos comimos con los alemanes, ¿no? ¿De qué carajos le sirvieron todas las cábalas a Maradona? —le dijo Mariano, su compañero de trabajo, abriendo las manos decepcionado.
—¡Que cábalas ni ocho cuarto! Solo un ignorante de mierda como ese puede creer en semejantes estupideces, —exclamó indignado y saludó a su colega palmeándolo en la espalda. No era su costumbre darle la mano a nadie, por lo menos no antes de las ocho de la mañana.


6 comentarios:

Claudia Medina Castro dijo...

ja! y si todos nuestros hábitos resultan ser ignorantes cábalas no asumidas? me gustó walter!!!

Anónimo dijo...
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Walter G. Greulach dijo...

Esa era la idea del cuento mi amiga Claudia...
Un abrazo

Jacinto Piedras dijo...

Me reía yo solo cuando leía esto. Me parecía verme en todas esas cabalas diarias. No lo podias describir mejor Walter y...¡Aguante Argentina!!!

Mastropiero dijo...

Retorné por tus cosas despues de una época de mucho trabajo y me encuentro con esta perlita. Muy bueno che
Otro día me pongo a tono co tus cosas.

Ío dijo...

ohhhhhhhhhh, por dios¡¡¡¡¡ que me da hasta miedo ese bicho que tienes en la cabecera del blog¡¡¡¡ jajajajajajaj
ahora leo .........cada cual tiene sus cosillas, seguramente no nos damos cuenta de que lo hacemos, instintivamente repetimos los mismos ritos en las mismas ocasiones.
Bien escrito, Walter, me encantó¡¡¡
Besos, abrazos

Ío