15/8/09

LOS LAURELES DEL GENERAL

Punta del Agua San Rafael Mendoza


W.G.G

El arroyito de aguas frescas y juguetonas corría inquieto, serpenteando los álamos y rociando algún que otro sauce llorón. El crepúsculo nos arrullaba con un sosiego revitalizador después de una movida y húmeda tarde de septiembre.

Terminábamos de armar las carpas y tras un picadito de futbol, nos refrescábamos en el cristalino hilo de agua. Arriba, dos canarios y un jilguero, moderaban sus trinos sintonizándolos con el plácido paisaje.

—Ponele agua a la pava, por favor, mientras enciendo el fuego, así nos tomamos unos buenos mates —le indicó el tano Piccinini al japonés Totake, quien reclinado contra una rueda de camión abandonada, lucia deslumbrado con el canto de las aves.
A unos cinco metros, cobijados por un inmenso tamarindo, cuatro o cinco escuchaban a Víctor Hugo Morales y Néstor Ibarra en Sport 80 por radio Mitre. El resto del grupo, encabezados por el gordo Fonzalida, traían leña para el asado nocturno. Habían juntado además, suficiente berro y espárragos para una suculenta ensalada.
Las excursiones a Punta del Agua (o a Rincón del Indio) para el día del estudiante, eran habituales por aquellos años. Salíamos después de clases, el viernes, en una camioneta de algún padre que nos llevaba, y volvía a buscarnos el domingo al anochecer. Después de dos horas de comernos todos los pozos y serruchos de la ruta 190, llegábamos a este oasis sanrafaelino, enclavado a la sombra del Nevado, a unos ochenta kilómetros de General Alvear. Una paz de otro planeta se respiraba en el distante y bello paraje.
El día hasta el atardecer transcurrió esplendido, el clima en esa bendecida zona es privilegiado. Hay que tener mucha mala suerte para vivir un feo temporal en Punta del Agua. No hay casi viento y llueve lo justo y necesario.
La noche que se avecinaba pareció ofrendarnos ese raro “privilegio”. Las traicioneras nubes negras, se entretejían ruidosas sobre nuestras cabezas. Tata Dios se deleitaba intimidándonos con su festival pirotécnico. Un viento frio, impregnado de tomillo y piquillín nos envolvió de repente. Las llamas crepitaron nerviosas presintiendo el feroz aguacero.
—¡Es solo un chaparrón! —dijo Gustavo Nedic, aunque ni el mismo se lo creía.
—Por las dudas apuremos el asado —contestó el tripa Prieto atizando los leños
ardientes con un palo seco de quebracho.
—Nunca vi una tormenta que se formara tan rápido como esta —atiné a decir en el mismo momento en que, como a veinte metros, un rayo partía un álamo incendiándolo al instante.
Entre enceguecidos y aturdidos, corrimos a guarecernos en el lugar más desguarnecido… el interior de las tiendas de campaña. Al segundo comprendimos el error y salimos, apiñándonos los diez alrededor de las pocas brazas que quedaban. El paisaje era apocalíptico, truenos, relámpagos, viento, lluvia y el árbol en llamas.

No sé quien gritó “¡A la escuela!” y comenzamos la azarosa marcha tomados de la mano, para evitar que alguno se nos fuera volando.
La Florentino Ameghino quedaba como a unos cuatrocientos metros, cruzando el canal de riego y la calle principal del pueblo. Tardamos media eternidad en llegar. Solo aquí en la Florida volví a sufrir tormenta semejante. (El tiempo, seguro, también ayudó a magnificarla en mi memoria)
El cuidador de la escuela se apiadó de unos mojados adolescentes, abriéndonos las puertas. Puso unas mantas en el piso y nos regaló dos paquetes de tallarines con una trincha de pan seco. Pasaron varios minutos hasta que nuestras voces recuperaran sus tonos habituales… ¡tremendo julepe acabábamos de pegarnos!
El negro Olivera ofició de cocinero y puso los fideos en una olla demasiado pequeña. Delicioso pegote, sin sal ni aceite, nos comimos aquella noche. Aunque el toque maestro se lo dio la chancha Casanova, al agregarle (al agua) un puñado de laureles arrancados al retrato del libertador San Martin. Terminamos comiendo la pasta en tazas, pues fueron los únicos utensilios que pudimos encontrar.
Traspasamos la medianoche con una deliciosa partida de truco, amenizada por historias de brujas y decapitados. Afuera, el ulular del viento, sumado a las ráfagas de lluvia que azotaban los cristales y el techo de zinc, le dieron a los macabros relatos el contexto ideal.
Cuando salimos en la mañana, el sol acababa de despertar a la humedad, todo era denso y pegajoso. Le agradecimos a nuestro salvador y atravesamos la solitaria calle principal del distrito sureño. A la altura de la toma de agua, rebasamos la hijuela de riego y empezamos a buscar con curiosidad e incertidumbre los restos del naufragio. El desastre resultó mucho menor que lo esperado. Las carpas se habían desprendido en partes, pero eran recuperables. Los bolsos y comestibles estaban revolcados y cubiertos de barro, pero relativamente intactos.
Desgastamos plácidamente lo que nos restaba del fin de semana. Con un entretenido partido de softbol, pelota de trapo y tablas incluidas, cerramos el domingo.
Salustiano Barón, el padre del Tito, nos buscó en la tardecita. La Ford F100 blanca se llenó de gritos y algarabía mientras se desvanecía en el terroso horizonte rumbo a Alvear.
En resumidas cuentas, todo concluyó de la mejor forma posible. El sabor a una noche que pudo ser trágica, se lo terminaron dando unas cuantas hojas de laurel, arrancadas (con respeto) de un cuadro del gran general.

4 comentarios:

Walter G. Greulach dijo...

Corria 1982 y un grupo de estudiantes de la ENET pasaba un fin de semana divertidisimo en el remoto distrito de Punta del Agua.
Les traigo esa historia y espero la disfruten...

Unknown dijo...

Me gustó leerte. Me gusta como relatas....lamento decir que debido a xxx razones, no siempre puedo darme el buen gusto de leer a muchos como desearía...bueno...espero volver.
Gracias por tu comentario y tus palabras hacia mi blog
Un ramo de copihues para ti
Ah...son preciosas las fotografías, de todo mi gusto esos reflejos en las aguas, muy hermoso

Laurene dijo...

Gerald: meu terapeuta leu seu livro e me disse o conto EL GUionista é que pode ser o núcleo de um roteiro de filme, com esse conto como narrativa central e alguns dos contos como narrativas paralelas.

Achei boa a ideia.

Se vc quiser, me animo a te ajudar a tentar fazer. Tenho aqui em cada Syd Field, etc.

Abs do Lúcio Jr.

Laurene dijo...

Walter: a mensagem acima é para vc e não para o Gerald...