26/12/09

LA MALDITA ESCALA GLASGOW



W.G.Greulach
 
—Hoy se cumplen veinticinco años desde aquello, hermanito y aun te seguimos extrañando —dijo Silvia y con su mano derecha le retiró un mechón rubio que pendía entre sus cejas.

Fue un domingo frío, húmedo y nublado, recordó Federico. Había asistido, junto a Pepe, Tito y pachorra López, a una carrera de turismo nacional en Balcarce. Era de tardecita cuando volvían, ese momento en que el sol te da en los ojos y no hay forma de esquivarlo. Todavía no podía explicarse de donde salió el caballo aquel. Pegó un volantazo y lo esquivó por centímetros, pero la Ford F-100 derrapó y fue a estrellarse contra un centenario roble tras un zanjón de riego. No llevaba el cinturón puesto y atravesó el parabrisas, aterrizando como diez metros más adelante en un campo arado, con tal mala suerte que su cabeza impactó contra la única piedra en toda la hectárea.
Entró en un coma profundo, del que salió, milagrosamente, dos meses y medio después. Esto hubiese resultado una bendición para cualquiera, si no fuera por un pequeño inconveniente…Federico era el único ser humano conciente de este acontecimiento.

—A veces pienso que seria mejor que todo terminara. ¿Que sentido tiene prolongar nuestro sufrimiento? Hace tiempo que vos ya no estas hermanito y mantenerte enchufado por nada, nos está llevando a la bancarrota —murmuró la mujer friamente mientras se levantaba de la silla y descolgaba un saquito de lana del perchero, ubicado junto a la puerta de salida.

Pudo realizar únicamente un movimiento en todos estos años, levantar los parpados al emerger del coma. Luego, parálisis total, ni un pestañeo. Gracias a una sugerencia de su madre le ponían gotas en los ojos regularmente y eso salvó su visión. Por un tubo conectado a su esófago le suministraban agua y alimentos. Cada ocho horas, aproximadamente, lo cambiaban de posición para evitar el anquilosamiento.
Una mente sana, prisionera en un cuerpo muerto. Era la situación más terrorífica a la que un humano podía estar sometido. Lo que a Federico le resultaba desgarradoramente increíble, era que tras un sinfín de tests, realizados al principio, nadie hubiese detectado que su intelecto estuviera intacto. ¿O es que acaso sus ondas cerebrales no podían ser medidas?
Angustia, desesperación, impotencia, abandono, no se encontraría un término que describiese las emociones que castigaban al pobre hombre.
 

Sus ojos y sus oídos fueron testigos del lento proceso por el cual, luego de unos primeros meses de esperanza, lo declararon “vegetal”, arrojándolo indefinidamente en aquel cuartucho de hospital. Dieciocho años atrás le habían realizado las últimas pruebas.

—La escala Glasgow, la maldita escala Glasgow —pensó Federico con tristeza,— es la culpable principal de mi horrible soledad.

Esta escala es un método “supuestamente” confiable para diagnosticar el grado de coma en un paciente. Cuantos médicos y enfermeros habían circulado por su habitación, para terminar declarando, una y otra vez, la muerte cerebral.

—¿Es que nadie va a chequear nunca mis impulsos mentales? —se preguntaba el desahuciado individuo.— ¡Estoy vivo, pienso, sufro! ¿No pueden verlo en mis ojos? ¡Por favor, rescátenme! ¡Dios Mio, sáquenme de aquí!

La madre fue una de las pocas personas que siempre creyó en él. Se quedaba horas junto a sus despojos humanos, contándole sobre acontecimientos familiares, sobre la vida de sus amigos, los sucesos del país, el clima, lo que había comido, etc., etc. Gracias a ese ángel, se le hizo más tolerable el infierno y cuando un día murió, deseo poder irse con ella, pero el suicidio era algo inalcanzable para Federico. Su impiadoso corazón seguía latiendo soberano.
Aprendió a dormir con los ojos abiertos, cuando de noche, la mayoría de las luces del cuarto estaban apagadas. Contaba los minutos que faltaban para que variaran su posición, con la esperanza que no lo pusieran mirando el techo o las sabanas y con mucha suerte, sus pupilas pudiesen entonces enfocar la ventana. Si las cortinas estaban abiertas podría ver el cielo azul o las hermosas nubes y alguna que otra ave pasajera.
Antes, por lo menos, su mamá le dejaba la radio bajita. Escuchaba música, noticias y hasta algún partido de futbol. Por aquellos días, podía saber la fecha en que estaba. Ahora no tenía ni idea, y el saberlo se convirtió en una verdadera obsesión. El único torturante sonido del presente era el respirador artificial de otro colega vegetal, instalado meses atrás en la misma pieza y del que solo lo separaba un destartalado biombo amarillo.
 
Entonces un día lo escuchó y vio sus pies…
Hacia unos minutos que Silvia, la única persona que lo visitaba regularmente, se habia marchado. Lo tumbaron mirando las gastadas baldosas. Se entretenía siguiendo el recorrido de dos hormiguitas negras que parecían jugar carreras por la descolorida junta.
Le llegó una voz nítida que lo subyugó al instante, denotaba confianza y autoridad. Los pasos sonaron firmes al acercarse a su cama. Usaba unas zapatillas azul claro y unos jeans gastados, por lo menos hasta donde los podía observar Federico.

—Describame este caso señorita —ordenó cortesmente
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—Federico Orticoechea, cuarenta y siete años, lleva más de veinte en condición vegetal. En los primeros años se le hicieron las pruebas rutinarias que confirmaron su coma irreversible —dijo la enfermera como recitando un discurso aprendido de memoria.
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—¡Tu abuelita está en coma, desgraciada de mierda! —pensó con rabia el pobre infeliz.
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—Tiendalo boca arriba por favor Amanda —dijo la seductora voz.
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— A ver, don Federico —agregó el doctor Gutierrez,— ha transcurrido mucho tiempo desde que alguien te prestó un poquitito de atención.
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Federico analizó aquel rostro de mandíbulas generosas y barba recién retocada. Había algo en esa persona que le infundía una intensa paz. Tras revisarle los ojos, ahora palpaba con detenimiento su cuerpo, centímetro a centímetro, buscando esperanzado algún tipo de reacción.
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—Pese a llevar más de dos décadas en este estado, su físico no tiene el deterioro que se hubiese esperado — le dijo sorprendido a la mujer, haciendole señas para que se acercara con la planilla y los elementos involucrados en el test programado.
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—He recorrido todo el pais analizando casos como el tuyo Federico y ni te imaginas con las gratas sorpresas que me he topado —le dijo Joaquín Gutiérrez, insuflando esperanza en el alma del pobre infeliz.
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Acercó una pequeña aguja al dedo gordo del postrado y mientras lo pinchaba agregó:
—Comencemos con la bendita escala Glasgow, que aunque no termina de convencerme, es lo que tenemos para lograr una autorización que nos habilite a realizar chequeos más sofisticados.
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La ilusión de Federico se desmoronó al instante de escuchar el nombre de la odiada prueba. Otros exámenes anteriores, del mismo tipo, habían fracasado. ¿Por qué tendría que ser diferente ahora? se preguntó descorazonado.
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—Si aun hay algo de ti ahí adentro, mi amigo, está puede ser una de las últimas oportunidades en darlo a conocer. Concéntrate y pon tu mayor esfuerzo en mandarnos una señal —expresó el bondadoso galeno, mirando a los ojos de Federico sin desviar la vista ni un momento.
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Por cuarenta minutos realizaron los procedimientos de rutina. Un doloroso silencio asfixiaba el ambiente, solo interrumpido por la voz de Gutiérrez afirmando cada tanto: No responde.
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—Muéstrame algo, lo que sea, tan solo una señal —imploraba el medico tras cada nuevo fracaso.
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La enfermera puso al abatido hombre otra vez bocabajo y lo tapó hasta el cuello con la sábana.
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—Sus zapatos son hermosos —pensó Federico al observar los mocasines de cuero blanco que se alejaban rumbo a la puerta.
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—Apúrese Amanda —dijo el doctor, — debemos estar en el Hospital Italiano antes del mediodía, hay dos casos más esperándonos. No se olvide ningún papel, por favor.
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Gutiérrez miró el inerme cuerpo y suspiró afligido. Nunca se acostumbraría a su nuevo oficio de sepultar almas para siempre.
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—Una pena, creí ver algo en sus pupilas —musitó mientras se acercaba dos pasos para pegarle un último vistazo.
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Un segundo antes de darle la espalda, vio deslizarse por el pómulo del postrado un grueso lagrimón. Esperó un momento, confundido. Su mirada clavada en la gota salvadora que alcanzaba la comisura de los labios. Luego, una más por la mejilla contraria y otra y otra…
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—¡Dios mio, sabía que estabas allí adentro! —susurró el barbado galeno, apretando con fuerza las manos de un felicísimo Federico.
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Gutiérrez sintió como sus ojos también se ahogaban en llanto…
 
 

12 comentarios:

Ender dijo...

Que horrible, da yuyu imaginarlo. Pero espero la continuación y luego termino de comentarte. Ah, feliz año nuevo.

Ío dijo...

Ay, que miedo; da terror ponerse a pensar que algo así pueda suceder.
Esperemos la lectura de la segunda parte.
Saludos, Walter

Ío

Anónimo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Anónimo dijo...

Resulta interesante poder prever lo que sucede en la mente de una persona es sus condiciones, Recuerdo aquella cinta de Almodovar, "Hable con ella", donde una bailarina queda en coma y se enamora de ella un enfermero...

Debe ser devastador no tener el control de nada a tu alrededor, ni siquiera lo más indispensble o rutinario a tu servicio con tus propios medios, alucinante!!!!!

Siga Walter no nos deje con el inquietante suspeso...

Walter G. Greulach dijo...

Esta historia esta basada en un caso real y pueden haber varias experiencias de estas aun desconocidas.
La escala Glasgow ha demostrado su ineficacia ya más de una vez.

En dos o tres dias les traigo el final.
Feliz año!!!

Anónimo dijo...

Sí walter queremos saber el desenlace, lástima que ha de ser hasta el año que entra...!!!!!!

ja! Saludos.

Jacinto Piedras dijo...

Por lo menos este cuento terminó bien, porque sus historias son crudas y tragicas(Así me gustan a mi) Aqui me tiene, fiel lector, a sus ordenes.

Daniela E. dijo...

Terrorifico!!! Me puso la piel de gallina el solo imaginarlo. Saludos

Ío dijo...

No me había dado cuenta de que el relato estaba finalizado¡¡
Sigue siendo terrible y terrorífico, muy terrorífico.
Qué mal rato, puffffff
Gracias, Walter

Ío

Anónimo dijo...

Una lágrima formó parte de la esperanza, en verdad es una historia linda, quedó justa en el tiempo y el espacio del relato, gracias,
Además el gitano que recordamos con cariño también en este país coertamente no podía faltar un homenaje a su estilo, bueno igual, claro un saludo de nueva cuenta!!!

abulorio dijo...

Excelente.
LLegué aquí desde cuenteros, te dejo un saludo.

Anónimo dijo...

ANA MARIA:Hola Gerardo no puedo mandarte el mismo mensaje , pero mas o menos es así , le contaba a miamigade Bs.As. que mientras estaba en coma yo soñe con un amigo, que siempre fué maravillosa persona y que no sabia que habia partido... o sea que habi fallecido, lo encontre en un lugar que era muy brillante y claro, rodeado en semicirculo de figuras como maquetas sin rostro de seres, muy brillantes y el amigo me preguntó : No has pensado en volverte a Cba. ?????????? y yo le contesté , nooo porque ya no tengo nada ni nadieeeeeee..., el me miró y me dijo : vos andá y ya vas a ver lo que te pasa (el lo dijo riendo ) y lo que pasó te lo cuento otro día !!!!!!!!!!!!! Y otras conversaciones te envio besos ,estimado !!!!!!!!!!!!!!