No se quienes son, aunque estoy segura de que existen y me llaman. No podré resistir mucho tiempo. Hay algo maligno en el tono de las voces, algo terrible se esconde tras esos sonidos y sin embargo cada vez me cuesta más ignorarlos.
Me llamo Quiara Sortino,
vivo en Pisa, Italia y tengo diecinueve años.
Cursaba en la facu el
segundo año hasta hace un par de meses en que ya no pude continuar. Más bien no
me dejaron, me quieren solo para ellos.
Como concebir que hubo un tiempo normal, feliz, en mi existencia, en el que caminaba libre por las calles. Han pasado tres años desde que una adolescente típica, con novio, amigas, un perrito, en fin con un proyecto de vida, comenzara a transformarse en una lunática… ni más ni menos.
Como concebir que hubo un tiempo normal, feliz, en mi existencia, en el que caminaba libre por las calles. Han pasado tres años desde que una adolescente típica, con novio, amigas, un perrito, en fin con un proyecto de vida, comenzara a transformarse en una lunática… ni más ni menos.
Si hasta como
excelente deportista y estudiante que era había conseguido una beca completa
para estudiar medicina en la universidad de Milán.
Sucedió una tardecita
primaveral, siempre me sentó mal la primavera con su brisa cargada de pólenes.
Me hallaba viendo televisión sola en mi cuarto cuando se apoderaron para
siempre de mis horas de vigilia. Sentí como un chiflido que iba aumentando y
terminaba en una especie de chasquido, como de que algo se hubiese abierto en
mi mente. Entonces los escuché por vez primera. Son tres voces, no usan el
italiano sino una lengua rarísima, desarticulada, áspera, gutural. Lo extraño
es que la entiendo a la perfección.
Krick, el que más habla,
vive provocándome. Disfruta el sacarme de quicio, le gusta verme rabiosa y
violenta. Cuí se comunica de vez en cuando y me corteja con palabras lascivas,
busca excitarme y lo triste es que generalmente lo consigue. En esos momentos
me asalta un desbocado deseo sexual y termino acostándome con el primero que se
me cruza. Por último está Penk, parece ser el jefe y el encargado de
convencerme para que me una a su universo.
Estas explosiones de furia,
de desinhibición, han llevado a que mis padres me terminaran aislando. Al
extremo de encerrarme con llave en mi cuarto cuando estoy despierta. Allí
radica la cuestión, ellos solo pueden comunicarse cuando me escapo de Orfeo. Mi
cerebro lo sabe y ha encontrado una forma de protegerme… me pone a dormir el
mayor tiempo posible.
Estos largos periodos de
descanso empezaron apenas cuatro meses después del arribo de las voces. A veces
es una especie de ensoñación, un letargo en el cual escucho lejanas las voces
de quienes me rodean. Ahora únicamente me despierto para comer o ir al baño y
en esos pocos minutos me vuelven loca acosándome. Me preocupa el saber que
estoy muy cerca de quebrarme, de darles el sí y marcharme a un mundo que
imagino tenebroso y helado. Solo es cuestión de alargar la vigilia un par de
horas y sucederá inexorablemente. Desearía estar demente de verdad, no ser
consciente de su presencia, de esta dualidad que me asfixia.
Mis médicos ya le han
encontrado una explicación científica. Hipersomnia severa, una rarísima
afección que acomete a uno en cien millones. Ayer escuché a mamá hablando con
el doctor Piccinini (no saben que a veces puedo oírlos). Le daba esperanzas sobre
mi futuro. Resulta que un grupo de investigadores de la universidad de Emory,
Atlanta, descubrieron una substancia en el fluido cerebroespinal de quienes
sufrimos esta dolencia y que explicaría porque no podemos permanecer
despiertos. Yo sé bien cual es la causa que me obliga a dormir, no existe otra
explicación posible. Sin embargo estos estudiosos yanquis encontraron una
pequeña molécula que imita funciones farmacológicas de los medicamentos
sedantes e hipnóticos que tienen como función calmar al cerebro cuando esta
peligrosamente excitado, inhibiendo sensaciones como la irritación y el
insomnio. Luego de experimentar con diversas drogas, llegaron a la conclusión
que el flumazenil alargaba sustancialmente los periodos de vigilia.
¡Que falso es todo esto! Mis
jornadas de sueño son producidas por una mente atribulada que lucha por impedir
que ellos se apoderen de mí ser. ¡Ni loca voy a tomarlo!
Han transcurrido tres días desde
la visita de Piccinini, el frasco de flumazenil luce intimidante sobre mi
mesita de luz. En mis pocos momentos de vigilia mis padres han tratado de convencerme
para que empiece a inyectármelo. Es milagroso alegan. Volverás a tener una vida
normal mienten. No comprenden mi tozuda negativa. No les he contado sobre
Krick, Cuí y Penk y esa dimensión paralela a la que quieren incorporarme.
Pobres mis viejos queridos, demasiado tienen ya con mi supuesta hipersomnia
para tener que lidiar también con una hija chalada.
Acaban de insinuar que no
quieren forzarme, que sería mejor si yo asintiese. Que de última me lo harán tomar
mientras este durmiendo. Sería fatal despertar y escucharlos por horas.
Comprender que me han ganado, que me llevan quien sabe dónde y por toda la eternidad.
Vuelvo del baño, ya están conmigo.
Excitados, súper entusiasmados. Saben del flumazenil. Penk con voz cariñosa me
alienta para que lo ingiera de una vez mientras los otros lo apoyan con algarabía.
La comida se enfría en la bandeja sobre la cama. ¿Cómo se puede tener hambre? Solo
existe la depresión, la angustia, el terror y mucho, pero mucho sueño. Mis
padres se han ido a llevar a mi hermanito a la escuela, no sin antes trancar mi
puerta. Sé que volverán más tarde y mientras duerma, mi padre me sujetara con
amor, tras lo cual mi madre clavará la inyección en mi brazo. Ellos están insoportables,
pegan aullidos mesclados con asquerosas risas que se van acrecentando a medida
que me acerco al medicamento.
Toco el vidrio con
repulsión, lo agarro con solo dos dedos,
como si quemara. El cerebro me suplica que no lo haga, mi corazón brama en perturbado
repiqueteo. Han dejado todo preparado, la jeringa descartable, el algodón, el
cañito de goma. El frasco tiene veinte porciones, con una por día es suficiente
reza el cartelito. Sin embargo lleno el tubo con todo el contenido. Bajo la axila
enrollo el canuto y mi vena parece
explotar. Palpita llamando a la aguja que se acerca. Cui me piropea contento diciéndome
que prontito estaremos juntos y al fin podrá poseerme. Krick por primera vez no
me insulta. Siento sus ácidos alientos en mi mejilla. ¡Están tan cerca! Si
hasta me parece sentir sus garras acariciándome.
Apreto hasta el fondo la
jeringa, un ardor que va del brazo al pecho dificulta mi respiración, los músculos
comienzan a agarrotarse. Me acuesto con dificultad y bajo los párpados, contengo el aliento
mientras mis ojos se llenan de lágrimas. Los noto enojados, protestan a los
gritos diciendo que se vengarán, que no puedo abandonarlos asi. Ruegan que me
levante, que vomite todo. El dolor me vuelve un ovillo, tiemblo en convulsiones
que me hacen caer de la cama y una baba blanca atiborra mi boca.
En el instante final de cruzo los dedos y espero la libertad, rogando porque sus dominios
no se extiendan hacia el más allá al que ahora me dirijo.
5 comentarios:
Amigo mío, algo tiene tu texto de hoy que me recuerda a uno de mis sueños, muy recurrente.
Serán las manos desde el techo, las voces, los sonidos detrás de las cortinas, las sombras al pie de la cama, los rostros ocultos en la sombra, la ventana abierta, y allá lejos la luna.
La sensación al leer es de mucho miedo, la misma al despertarme, cuando quiero gritar en el sueño, pero no puedo, y sin embargo me despierto a voz en grito, temblando, envuelta en sudores fríos.
No sé qué más decirte, no sé si me ha gustado o no, lo encuentro, para mí, muy real, a pesar de ser sólo un sueño (el mío), o una visión, o lo que sea que es tu relato.
Te felicito, la atmósfera es terrible, así la siento.
Me he quedado a medio camino de no sé dónde.
Hipersomnia, la he sufrido durante varios meses, sin causa aparente ni médico que me dijera a qué se debía. Va pasando, pero a veces regresa y me quiero dormir donde esté y cuando sea, y es mala cosa, muy mala, y peligrosa.
Un abrazo, Walter, desde España, libre de sueños a estas horas.
m.
[me salió un comentario demasiado largo y gordo, lo siento, amiguito lindo, :)]
Un abrazo mi estimada amiga. No sabia de tu padecimiento y me alegra que de a poco vayas mejorando. Todos mis Buenos deseos para ti. El que te veas reflejada en mi historia me preocupa, aunque quizá cuando la hayas leido completa ya no sea asi. El relato es tenebroso y con un final trágico que nada tiene que ver con lo tuyo amiguita. Un besote y todo mi cariño...
Ya todo va pasando, supongo que es la cabeza que va por libre cuando uno duerme y se empeña en asuntos un tanto extraños, algunas veces, no todas, otras son buenos sueños.
Lo de la hipersomnia lo achaco a la llegada de la primavera, este cambio de estación siempre lo he llevado muy mal.
Es que soy del norte, amigo mío, y se echa de menos la lluvia, el frío. Habrá quien no, claro que sí, se suele preferir el calorcito.
No te preocupes, que no me preocupa a mí tampoco, :-)
Gracias por tus buenos deseos, te mando los míos también y quedo a la espera de la continuación del relato, no te demores mucho, Walter.
Cuanto me gusta leerte, gracias¡¡¡
Abrazos y cariños
m.
Volví¡, amigo, tenía que leer el resto de la historia de Quiara.
Logras, como siempre, acercar al lector, meterle allá dentro.
Normalmente estas "cosas" se presentan cuando uno duerme, pero tú logras que ocurra cuando se está despierto, y da mucho más miedo.
Pobre muchacha, que triste fin le has dado, o quizá es el único que podía tener.
Genial, Walter, buen relato, te felicito, :)
Abrazos para ti, besicos desde la noche española.
m.
[muchas gracias por este buen rato de lectura]
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