WALTER GREULACH
...Para mi amigazo de siempre, Sergio Fabian Coniglio...
Se evaporaba el día en un naranja tamizado de grises. Bajo el frescor de las frondosas tipas, bordeábamos la cañada comiendo medio kilo de pan criollo recién horneado. La lluvia caída por la mañana y parte de la tarde serpenteaba rumorosa por el arroyo canalizado. Antes de doblar por la esquina de Laprida, buscamos reponernos de la larga marcha ayudados por un antiguo banco de piedra.
Suspiré hondo buscando una pizca de paciencia ante la proximidad del nuevo disparate.
—Entonces… ¿Cómo se llama la tipa esa? —le dije con ojos de resignación y una risita chueca mordida en los labios.
—Ana Luna. Vive a dos cuadras de nuestro depto, casi enfrente del observatorio. Esta re buena, preciosa. No sabes lo que es, —agregó convencido mientras suspiraba cubriéndose la cara con las manos y meneando la cabeza.
—Una luna al lado del observatorio. ¡Qué romántico? —dije conteniendo la carcajada—. ¿Hablaste con ella por lo menos?
—Aún no, para eso es que te necesito.
—¿A mí? ¿Estás loco o qué? ¿Queres que me le declare por vos? —le recriminé un poco enfadado ya.
—No, no, para un poco. Solo quiero que escribas el mejor de los poemas de amor, —me dijo, como si enfrente estuviese Pablo Neruda y no un mediocre aporreador de rimas.
—¡Ahora sí que la jodiste lindo! ¿Le vas a dar unos versos sin siquiera haber intercambiado una palabra? —De verdad mi amigo no dejaba ni un instante de sorprenderme.
—No se los voy a dar, se los voy a tirar por arriba de la reja, para que pegue en la ventana de su cuarto. A la tardecita siempre está allí.
A esa altura asumí que llevaba tiempo concibiendo el abordaje. Intenté persuadirlo de la insensatez del romántico proyecto.
12/10/08
EL PARTIDO QUE NUNCA FUE

WALTER GREULACH
Esta ha
sido una historia que por décadas retintineó en mi cabeza. Cual graciosa
anécdota fue presa de mi conocimiento a principios de los años setenta. Siendo
yo un niño insoportable, Ema mi abuela paterna me la contó. Por lo menos deseo
pensar en ella como culpable. La visualizó sentada en el gran sillón marrón. El
absorto puñado de nietos postrado a sus pies disfrutando de cada una de sus
ocurrentes historias asombrosas. No la tengo encuadrada como una gran lectora,
más bien era una original reproductora de leyendas populares. "¡María dame
la pata que es mía!" y "Jacinto el descabezado", fueron
adaptaciones suyas a relatos clásicos escritos siglos atrás.
A mi
querida abuela Ema ...
“El
partido que nunca fue” debió haber salido de sus labios. No sé si sucedió.
Invento o no, quedó grabado en un sitio especial de mi recuerdo teca.
Son
reales los nombres de los lugares, aunque no exacta su disposición geográfica.
No sucede así con las fechas y personajes.
Quizá en
algún amarillo trozo de diario o en un manuscrito reporte municipal se pueda
encontrar alguna prueba. Tal vez una mente centenaria pueda albergar el
distante recuerdo. Nada de ello importa, en realidad todo es solo una excusa
para justificar la pintoresca historia que paso a detallarles... No intente
exigir el inocente lector precisión alguna.
Etiquetas:
HISTORIAS DE PUEBLO CHICO
Suscribirse a:
Entradas (Atom)