Desde
chiquito, allá en su Bowen natal, al Tito lo embelesó todo lo que estuviese
relacionado con el azar. Con el tiempo llegó a tachar de su vocabulario las
palabras Dios y destino, navegando a la deriva por un rio de casualidades que
estimulaban el momento en el que debía tomar decisiones cardinales. Como si en
cada una estuviese jugando a una ruleta en que todo resultado podía ser viable.
A tal punto
llegó su afición a esta especie de “casualistica” (valga el término aunque no
exista) que tras obtener los doctorados en física y matemática en la U.B.A,
comenzó el más inquietante de los juegos: el de la bifurcación de su universo
personal. Lo desvelaba el saber que habría sucedido si en determinada coyuntura,
hubiese enfilado por otra senda.
A diferencia de Sergio Gerchunof,
el hombre indeciso de una historia similar pero completamente diferente, al Tito le fascinaba tomar decisiones.
Así fue que comenzó a contestarle a una misma persona que sí, que no o que tal
vez. Retornaba a su casa desde el trabajo por tres caminos distintos, en auto,
a pie y en bicicleta. Adoptaba distintas posiciones políticas para luego
estudiar sus consecuencias. Podia ser un adoctrinado integrante de la Cámpora,
un adorador incondicional de Lilita Carrió o hasta un apático cultor del no te
metas. Trataba de construir varios caminos y mantener esos rumbos paralelos lo más
lejos posible. Estos comportamientos veleta, que para Tito eran, en el plano
experimental, altamente gratificantes, para la mayoría comenzaban a ser los de
un perfecto loco de atar. Al límite mismo de ser encamisado tuvo el clic mental
que lo salvó del hospicio.
Al comienzo de la primavera
de doceavo año del tercer milenio (nunca supo cómo) pudo separar sus mundos y
tras cada coyuntura trascendental, emprender todas las vías posibles. El Tito
logró entonces entrar y salir de sus diferentes existencias en el plano de un
simple espectador, regodeándose ante tamaña gama de chances.
A los pocos días ya había perdido
la noción de cual era su vida base, más poco le importó y comenzó a saltar de
una a otra inventando nuevas líneas cuando lo creía conveniente. ¿No era eso
acaso lo que había buscado por más de treinta años?, una red interminable de
azares.
Ateo de alma, tuvo la
certeza de haber hallado al fin la confirmación de la no existencia del ser
supremo, de un destino, de la justicia divina. Ese conocimiento lo hizo inmensamente
feliz y desgastó los primeros meses del nuevo año henchido de satisfacción y
orgullo.
Solo unos pocos días atrás
cayó en cuenta que todos sus Titos eran tristes, erró desesperado por sus miles
de rutinas buscando vanamente un protagonista alegre, optimista, con ganas de
vivir. Buscó mortificado aunque más no fuese el esbozo de una sonrisa. Mucho le
dolió deglutir la noción que por más vidas nuevas que crease había una
constante que lo llevaba indefectiblemente a un penoso final.
Dicen sus vecinos,
familiares y amigos (a mí no me consta), que allá en el distrito del sur
mendocino lloró nueve días y diez noches antes de asumir que el destino existía
y que le sería imposible sortearlo. Parece ser que el peso de un Dios
(omnipresente, vengativo y que no aceptaba ningún tipo de competencia) terminó por enterrarlo.
No me pregunten en cual de
sus cien mil y una vidas Heriberto Andrada se pegó un tiro aquella mañana fría de
mayo del 2013.
4 comentarios:
CHARIS.CAVERA
23 mayo, 2013
Impresionante!!! Me ha gustado mucho todo: la historia, el personaje, la narración. Me parece sublime. Felicidades por tan buen texto y mi voto. Un saludo.
Asunfer
23 mayo, 2013
Estupendo relato, me ha encantado, muy bien llevado el tema tan difícil de narrar. Saludos.
Que bueno, Walter, que buen relato y personaje te sacaste de la manga; me gustó mucho, amigo mío.
Pobre Heriberto, creo que dio igual en qué vida se sucedió la bala.
También he leído lo que acontece en Arroyito azul, mucho me temo que les auguras algo no demasiado bueno, para mí que no, no hay más que ver esas máscaras.....
Espero la continuación y mientras tanto te dejo unos abrazos muy grandes.
Ío
Gracias Io, un beso...
Publicar un comentario