7/6/14

Pelotazos que arañan el travesaño del alma – Final




Walter Gerardo Greulach

¡Ya lo sé! No hace falta que me lo repitan…

 Que toda la preparación ha sido un espectáculo de despilfarro y corrupción. Que allá hay mucha gente con serias necesidades, que es algo indigno, una falta de respeto todo lo que se ha gastado… lo sé, lo sé. Que a esto ya poco le queda de deporte. Que nuestro gobierno va a aprovechar esos días para acomodar los porotos lo mejor posible. Aumentando impuestos, bajando subvenciones, aprobando decretos, enturbiando procesos judiciales, etc. etc. En síntesis que nos la van a tratar de meter a todas tras la fenomenal pantalla que se llama copa mundial de futbol…

¡Claro que lo sé!

Sin embargo (y lamentablemente) no puedo aislarme de esa linda emoción que me embarga y crece a medida que se acerca la magna cita del balompié. No me pidan raciocinio, no exijan serenidad, ni una férrea postura política. Es algo inevitable que va desbordando mis sentidos y más este año en el que volvemos a calzarnos la pilcha de favoritos y llevamos, como en el 86, 90 y 2010, al mejor jugador de este lindo entretenimiento.

Serán cuatro semanas con el cuore repiqueteando a mil cada vez que la albiceleste pise el césped brasilero y no intentaré ser la excepción, lo siento, discúlpenme, ¿qué más puedo hacer?, es un vicio, algo inherente a mi ser, a nuestro ser argentino.

 

En Sudáfrica 2010 me sucedió lo mismo, la ilusión al tope. Todo lo demás como que pasaba a un segundo plano. Un Messi en la cima de su carrera me insuflaba un optimismo exagerado (como ahora). Entraba en mi tercer año en la posición de acomoda reposeras en la playa del National Hotel, en South Beach, Miami, y a lo sumo dispondría de un puñado de días de vacaciones para disfrutar de los cuartos en adelante en el sofá de mi casa. Por ello, convencí a mis compañeros de trabajo para que hiciéramos una vaquita y comprásemos un pequeño televisor a baterías. Conseguimos un sony siete pulgadas con una antena telescópica enorme, Univisión iba irradiar al aire todos los partidos. Había un nimio inconveniente; teníamos estrictamente prohibido ver tele durante el horario de trabajo. Algo lógico, ¿no?

Tuvimos que organizar un sistema de campanas que nos pusiesen al tanto cuando un manager salía del hotel dirigiéndose a la playa (que queda como a unos ciento cincuenta metros). Manucho, el mejicano bartender de la pileta nos avisaba cuando el peligro se acercaba, aparte de que nosotros nos turnábamos para mirar constantemente hacia el lado del edificio.

Acomodamos el aparato en la parte más alta de la cabaña y apuntamos la telescópica correctamente. Tras ubicamos cómodamente (si hasta un par de camisetas, banderines y algunas toallas alusorias engalanaban el escenario) disfrutamos la ceremonia y el primer encuentro. Éramos cinco los “laburantes”: Jairo, el chapín, hincha a muerte de Brasil; Brian, un colorado rasta, de Saint Kitts & Nevis, fanático de Inglaterra; Robert Kaleta, un interno alemán que desde el principio ya me anticipaba la goleada que nos iban a meter y Ronny, un chileno jodón y que poco sabia de futbol. No debo olvidarme del azteca (así lo llamábamos), un homeless mejicano aindiado que nos ayudaba a guardar reposeras y sombrillas. Se nos sumaban también colegas de los hoteles vecinos y algún que otro turista futbolero. En fin un colorido grupo que todas las tardes hacíamos vibrar la caseta del National con vítores y alaridos.

Era tal el fervor que, la mayoría de las veces, nos olvidamos de nuestros huéspedes dejándolos a su libre albedrío. Apilábamos algunas toallas en el mostrador y les apuntábamos con desgano los lugares vacíos sin movernos ni un ápice de nuestra butaca. No fuese a ser que por atender a alguien nos perdiésemos de un gol o de una buena jugada. No hacíamos un dólar de propina pero poco nos importaba. Mas el destino es juguetón y tarde o temprano nos haría pagar nuestro viva la pepa de aquellas jornadas.

Una calurosa tardecita de junio jugaban México y Uruguay, nuestro linyera ayudante estaba agrandadísimo (venían de ganarle a Francia dos a cero). Cuando llegó el gol de los charrúas nadie le estaba dando ni pisco de bola a la salida del hotel. Nuestra campana interna nos había llamado repetidamente, pero en el fragor de la batalla nadie escuchó el teléfono. Dos uruguayos del Sagamore Hotel lo estaban volviendo loco al azteca y el quilombo era infernal.

Los vecinos huyeron a sus casuchas y quedamos solo los cinco mosqueteros, con el televisor al máximo volumen tirado en el piso. Jairo le había pegado un fallido manotón tratando de ocultarlo. Debieran haber visto la cara de carmelitas descalzas que pusimos ante la mirada asesina de nuestro jefe mayor. Un huésped le había hecho un minucioso reporte del jolgorio de los acomoda reposeras del National.

La reprimenda fu dura, con amenazas de suspensiones y despidos. Al final logramos ablandarlo y pudimos zafar de pedo. El manager peruano resultó ser más fanático que nosotros y por eso nos condonó el castigo. Lo que si jamás pudimos perdonarle es que nos hiciera perder los minutos finales del partido.

Comencé las vacaciones justo el día en que Argentina jugaba los cuartos con Alemania, solo rodeado de argentinos. Algo muy en el fondo me decía que podían haber sorpresas y no estaba dispuesto a un bombardeo foráneo de cargadas. Vale la pena decirles que Rober Kaleta me llamó cinco veces durante el match y días después tuve que abonarle unos cuantos verdes perdidos en inocente apuesta.

Maradona demostró que seguía con la misma capacidad de técnico que cuando dirigía a Mandiyu de Corrientes y nuestra defensa se recibió de colador.

Bueno, borrón y cuenta nueva. En una semana exactamente estaremos en el maracaná enfrentando a Bosnia con la piel erizada y la total negación de la realidad que nos circunda. Aquí en Miami volverá el ambiente caldeado con hinchas de casi todos los equipos desparramados por las calles. Esta ciudad tan cosmopolita nos permite vivir a los amantes de la redonda algo único. Banderas en autos y casas, camisetas de todos los colores. Bares y restaurantes argentinos, brasileros, ingleses, alemanes, españoles, etc., dispuestos a recibir a quienes se desgañitaran alentando a su selección. Estamos listos, una vez más frotándonos las manos frente al deseado manjar. ¡Qué ruede la esférica!

Si, ya sé todo lo oscuro que se mueve tras bambalinas. ¡No sean plomos! Por un mes permitannos el engaño de seguir creyendo que esto es solo un deporte. Futbol, el juego más bello del planeta.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Maria Chuspita · Seminario Teológico Nazareno del Cono Sur

por fin alguien que piense como yooooo, si me encantan estos dias previos al mundial, quiero ver un poco de alegria en mi país, si igual de todas maneras, haCEN lo que quieren y....... VAMOS ARGENTINA!!!!!!!!